La historia de México está marcada por la valentía y el talento de las mujeres, aunque también por una deuda histórica que la sociedad y las instituciones tienen con ellas.
Durante siglos, las mujeres han sido fundamentales en la construcción del país, pero relegadas de los espacios de poder y decisión. Hoy, Veracruz rompe ese paradigma al dar un paso histórico: por primera vez, una mujer, Rocío Nahle García, asume la titularidad del Poder Ejecutivo del estado.
Este hecho, aunque tardío, tiene una relevancia enorme para un territorio que ha sido cuna de grandes transformaciones en la historia de México, pero también donde las mujeres han sido sistemáticamente excluidas de los espacios de poder.
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Que una mujer gobierne Veracruz no es un logro menor. Este estado, con una herencia cultural y política tan rica, ha sido construido con el esfuerzo y el talento de las mujeres veracruzanas. Sin embargo, sus aportaciones han sido invisibilizadas y sus capacidades relegadas, como ha ocurrido en gran parte del país.
Durante décadas, las mujeres veracruzanas han sido líderes en sus comunidades, maestras de generaciones, defensoras de derechos y pilares de la economía, pero su participación en las decisiones de mayor impacto ha sido limitada por barreras estructurales y culturales profundamente arraigadas.
La llegada de una mujer al máximo cargo de gobierno en Veracruz debe inspirar, pero también debe invitar a la reflexión. En un país donde las mujeres representan más del 50% de la población, su participación en la política y en los altos cargos de decisión sigue siendo desproporcionadamente baja. Este hecho pone en evidencia que la igualdad formal no siempre se traduce en igualdad sustantiva.
Así, este hito histórico nos obliga a mirar hacia adelante. No basta con celebrar que una mujer haya llegado; es necesario trabajar para que no sea una excepción, sino una norma. Es imprescindible garantizar las condiciones para que más mujeres —de todas las edades, contextos y orígenes— puedan acceder a los espacios de poder. Esto implica transformar las estructuras que perpetúan las desigualdades y crear una cultura política que reconozca el valor de la diversidad.
El ascenso de Rocío Nahle al máximo cargo del estado representa un avance significativo. Se rompe con el estereotipo de que las mujeres no estamos preparadas para liderar, y su presencia en este espacio abre una puerta que nunca antes había estado disponible para las mujeres y niñas en Veracruz.
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No podemos conformarnos con una “primera vez”. Nuestro estado merece un futuro donde las mujeres no solo estemos representadas, sino que seamos parte fundamental de las decisiones que moldean nuestro destino.
El domingo pasado, en un acontecimiento histórico, se ha abierto una puerta; ahora, como sociedad, tenemos el deber de garantizar que nunca se cierre para ninguna otra mujer. La toma de protesta de la gobernadora debe ser inspiración para las niñas y jóvenes veracruzanas, pero también un llamado a las instituciones y a la sociedad para garantizar que más mujeres puedan acceder a espacios de poder sin barreras y en igualdad de oportunidades.
Hoy celebramos un avance, pero no podemos perder de vista los retos pendientes.
Que este hecho histórico no sea un punto de llegada, sino un punto de partida hacia un Veracruz más igualitario, donde las mujeres tengamos un lugar asegurado no solo en la lucha, sino en el liderazgo.
mb