Temis, la diosa de la justicia, es conocida por su venda en los ojos, un símbolo de imparcialidad que ha guiado a los sistemas judiciales por siglos. Pero en un mundo marcado por desigualdades estructurales, es momento de preguntarnos: ¿la justicia realmente debe ser ciega? ¿O es necesario que abra los ojos para reconocer las barreras o contextos desiguales que enfrentan las mujeres y otros grupos históricamente excluidos?
Desde mi perspectiva, ver no implica ser parcial ni inclinar la balanza hacia un lado. Ver significa juzgar con conocimiento pleno de las circunstancias y actuar con equidad.
La venda de Temis simboliza la imparcialidad, pero no debe ser sinónimo de indiferencia. La verdadera justicia requiere abrir los ojos para mirar las desigualdades, reconocerlas y actuar en consecuencia. La balanza de la justicia se perfecciona cuando somos capaces de ver lo que otros no ven y de corregir lo que otros han ignorado.
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Lo anterior adquiere relevancia al analizar el tema de la violencia de género, la cual es una de las formas más brutales y persistentes de discriminación que enfrenta nuestra sociedad. No se trata solo de un problema individual o familiar; es una expresión sistémica de desigualdad que perpetúa el control y la subordinación sobre las mujeres.
La violencia de género arranca vidas, destruye familias. Todos los días nos arrebata a madres, hermanas, hijas, esposas, amigas. Todos los días los feminicidios, la trata, la explotación sexual y las desapariciones forzadas nos lastiman como sociedad.
Ante esta realidad, resulta necesario destacar el papel crucial que tienen las personas juzgadoras para garantizar el acceso a la justicia, proteger los derechos humanos y no tolerar ningún tipo de violencia en contra de mujeres y niñas.
A las y los jueces les corresponde, al menos, asumir un compromiso activo para eliminarla. Esto implica garantizar, que las resoluciones no reproduzcan estereotipos de género, que se le crea a las mujeres, que se proteja de manera efectiva a las víctimas y que, desde el ámbito de sus competencias, se trabaje para desmantelar las estructuras de impunidad que perpetúan esta violencia.
Incorporar la perspectiva de género en las sentencias que emite el Poder Judicial no es una opción, sino una obligación constitucional e internacional. Esto significa, que se deben reconocer las desigualdades estructurales que enfrentan las mujeres, especialmente de aquellas que viven múltiples formas de discriminación, como las mujeres indígenas, afrodescendientes o con discapacidad, así como la aplicación de todos los estándares en la materia que protegen sus derechos.
Cuando hablamos de perspectiva de género, no se trata de beneficiar a una parte o de inclinar la balanza. Se trata de reconocer que no partimos del mismo lugar, que las mujeres enfrentan barreras estructurales, violencia y discriminación que las coloca en desventaja. El papel de los tribunales es ver esas desigualdades, entenderlas y corregirlas con sus resoluciones.
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Sobre esto hay que tener presente que la perspectiva de género no solo beneficia a las mujeres; fortalece el sistema de justicia en su conjunto. Permite emitir resoluciones más justas, con fundamentos sólidos y alineadas con los derechos humanos. Al hacerlo, también enviamos un mensaje claro a la sociedad: el Poder Judicial está comprometido con la igualdad sustantiva y no tolerará la violencia en contra de mujeres y niñas bajo ninguna circunstancia.
Estoy convencida de que la erradicación de la violencia de género solo será posible si nos comprometemos de manera contundente desde todas las áreas del Estado. El Poder Judicial tiene el privilegio y la responsabilidad de cambiar vidas a través de sus decisiones. Cada sentencia que protege a una víctima, que repara un daño o que castiga a un agresor es un paso hacia una sociedad más justa e igualitaria.
La justicia no puede ser ciega ante la desigualdad. Los tribunales tienen la oportunidad histórica de erradicar la violencia de género y ser un ejemplo para el resto de las instituciones. El camino es arduo, pero inaplazable. Porque, se reitera, la violencia de género no puede ni debe ser tolerada.
Así, la venda de Temis no significa ignorar las realidades de quienes enfrentan violencia, desigualdad y marginación. Juzgar con perspectiva de género no es desviar la balanza, sino usarla como debe ser: para pesar todas las circunstancias y garantizar una verdadera igualdad sustantiva.
Dejemos de lado la ceguera y miremos de frente las desigualdades para repararlas.
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