Pachuca.— Ya son 39 años desde que Chinchulín se ha caracterizado como payaso, recuerda que en aquella época no había muchas herramientas como ahora, por lo que comenzó con lo básico. Lo que más le gusta de su trabajo es que puede dibujar sonrisas y hacer que las personas, peor, sobre todo, los infantes se olviden de sus problemas, y pasen un rato de diversión.
A varios años de distancia de cuando comenzó con la actividad de payaso, Chinchulín considera que el oficio ha evolucionado “bastante”, incluso ahora hasta hay clasificaciones: A gusto, Cara blanca y el Trampa, y en los últimos años se ha sumado el payaso Desconectado. Cada uno -dice- tiene su carácter, sus cualidades y sus colores específicos, y el show también ha cambiado, ya no es de agarrar a una persona del público para ridiculizar.
Tipos de payasos
El Cara Blanca es un payaso muy refinado, muy respetuoso en su lenguaje, y sus colores predominantes son fluorescentes; sus inicios son el arlequín de la Edad Media, por lo que se puede apoyar de gorros, cascabeles, y su maquillaje generalmente es blanco.
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El Trampa -explica- consiste en meterse en un personaje. Es un vagabundo, es la historia de un personaje rico que perdió toda su fortuna y ahora es pobre, aunque otras versiones señalan que nació de los ferrocarrileros, de ahí que use la barba negra. El ejemplo más claro es Cepillín. Su característica es ser haraposo, y su maquillaje es color negro y de tristeza, “pero dentro de su tristeza, lleva alegría”.
El payaso A Gusto utiliza colores vivos, fluorescentes, porque representa la alegría. Es un payaso travieso, introvertido, “hasta cierto punto tonto” y tramposo.
Chinchulín estudió para ser payaso en la Escuela de Artes de Tulancingo, y estuvo en un curso en California, Estados Unidos, sobre el arte del payaso. Ha representado a México en el extranjero, en países como Honduras, Guatemala y El Salvador. Además, se ha desempeñado en radiodifusoras y televisión.
El payaso es fantasía
Chinchulín recuerda que una ocasión que viajó a la Ciudad de México, se sentó a comer en una fondita, y en eso pasó un niño que le dijo a su mamá: “mira, el payaso también come”. Una muestra -señala- de que la imagen que los niños y niñas se han hecho de los payasos como seres de un mundo de fantasía. “El payaso es sacado de la ilusión, y el niño o niña se transporta a una ilusión”.
Los inicios
Chinchulín comenzó su actividad desde que tenía 14 años, en una iglesia cristiana, recuerda que organizaba eventos para los niños y niñas: hacía obras de teatro en pantomima, pero lo más redituable era ser payaso y desde entonces comenzó a prepararse.
Estudiar es importante
Para el payaso, es importante estudiar y no sólo ser un payaso empírico, pues en el estudio se ofrecen técnicas, bases teatrales, expresión corporal, y actualización del espectáculo que se ofrece y el improvisado, no tiene la experiencia de pararse en un escenario. “Hay compañeros que es por tradición familiar que se dedican a ser payasos, pero si hay diferencia entre el estudiado y el improvisado”.
Chinchulín cree que se ha perdido un poco la esencia del payaso, pues es una especie de figura de ilusión, pero los nuevos payasos dan los secretos, como por ejemplo maquillarse en público, y ahí -dice- se pierde la magia.
“Son como códigos o éticas, pero ese es el detalle de los estudiados y los improvisados… cuando un niño te pregunta dónde vives, tú platicas una fábula y le dices que en una estrella, pero cuando el niño ve la transformación del maquillaje, se empieza a perder ese ideal de fantasía”, expresó.
Y los standuperos
Mientras que los payasos han dejado atrás la ridiculización del público y ofrecer un poco más de humor blanco, Chichulín menciona que esa práctica ahora se ha transformado a los standuperos en la televisión.
La invitación: no dejar de creer en la fantasía
Chinchulín hizo una invitación a todas las personas para que contraten show de payasos, pues con sus ocurrencias y sus rutinas, logran que se olviden de monotonía, de cuestiones políticas y todo, “hasta de la casa, y saldrán con ánimo y con fuerza”.
sjl