Irapuato.- La poderosa ganadería de San Miguel de Mimiahuápam envió un encierro noble, con trapío y embestida, para la Corrida de la Revolución, festejo que tradicionalmente en Irapuato presenta los carteles más atractivos. No fue la excepción este 20 de noviembre, con el mano a mano entre el Juli y Diego Silveti.
La plaza Revolución, con lleno casi total en el festejo de su aniversario 82, recibió aficionados de diferentes puntos de Guanajuato y estados vecinos, para asistir al acontecimiento taurino. Se trataba del tercer mano a mano en el que se cruzaban las ascendentes carreras de ambas figuras; el español, indiscutible mandón mundial, y el salmantino en lo alto de la baraja taurina mexicana.
La escasez de carteles ofrecidos a lo largo del año en la plaza Revolución, solamente el de marzo y este de noviembre, tiene a los aficionados locales en espera de que haya corridas. Taurinos hay pocos, pero sí hay multitudes que acuden al mero bullicio, creyendo que pagar el boleto incluye permiso para insultar a matadores, subalternos y juez.
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Por eso, a base de rechiflas lograron orejas extra y hasta un indulto, que irónicamente luego abuchearon.
Temple, calidad e indulto
Con el abreplaza, de nombre Arrogante, el Juli tuvo un papel ídem. Con suaves lances de capote fue midiendo al burel y haciéndolo entrar en la lidia. La faena no fue para nada fácil; luego de la vara, el desempeño de los banderilleros fue tan notable como el del picador... y aun así escucharon pitos del respetable, que lo que exigía era que la banda tocara.
Ya con la muleta, Juián López encontró un mejor recorrido por la derecha y prácticamente por ese lado condujo a Arrogante, un negro de 505 kilos, falto de fuerza.
Pinchó y mató al descabello, y saludó al tercio.
Su segundo toro, tercero de la tarde, de nombre Luminoso, colaboró con embestidas generosas y continuas; Julián deleitó a los conocedores con su labor primero en el capote, donde lució sus características “lopecinas”, apropiación de las mexicanas “zapopinas". También brilló en la muleta ante un torazo negro, el de mejor pinta de la tarde. Lamentablemente los yerros con la espada fueron reiterados y escuchó un aviso, amén de que la gente se metió con él. También se golpeó un ojo con una banderilla al ejecutar la suerte suprema.
La afición da y quita en una misma tarde, y hasta en un mismo toro: el tercero del Juli, y el quinto de la corrida, mostró total calidad.
Caramelo, así se llamaba, se dejó torear tanto por naturales como por derecha, acudía alegre a la cita y además presentaba un gran fondo físico, así que la faena fue variada y el público quería más de este bello castaño.
A la hora de matar gritaban que no lo hiciera; en tres ocasiones el diestro bajó la espada y miró al juez de plaza, tipo generoso que se doblegó ante el clamor y extendió el pañuelo de indulto. ¿Y cómo reaccionó la gente local? Pues aplaudió que el toro volviera al corral... pero abucheó al matador por haberlo dejado ir vivo. Quién va a entender.
Querido en casa
El torero Diego Silveti goza del favor del público guanajuatense, y no solo por ser paisano, sino que cada tarde sale a ganárselo. Derrocha entrega, técnica y arte, y además conecta con los tendidos.
La tradicional Corrida de la Revolución no desentonó, además de que Diego es ya de los indispensables en estas fechas.
Saludó a Emblemático, castaño de 504 kilos, con unas pausadas verónicas. Los quites igual con verónicas, gaoneras, y remató con tafalleras.
Fue ovacionado en capa y en muleta, pero tuvo desaciertos con el estoque, y escuchó palmas.
Con su segundo la cosa fue diferente. Botanero, cuarto de la tarde y de 515 kilos, noble y bravo. Volvió a lucirse con los quites. En el segundo tercio, bien los subalternos, en especial el banderillero leonés Luis Alcántar.
Con la muleta, el toreo que mezcla técnica y arte alegró el ambiente. Con una gran estocada obtuvo una oreja, pero ante la insistencia del público, en el palco de autoridad ondeó el segundo pañuelo. Vuelta al ruedo para Diego, con 8,000 personas aplaudiendo.
El cierraplaza fue también de gran lucimiento para el torero y para la ganadería. Diego pinchó y enseguida colocó un estoconazo enorme, así que el juez accedió a otorgarle una oreja más.
Los dos dieron la vuelta al ruedo y salieron de la plaza Revolución en hombros, entre la ovación unánime de la concurrencia.
CV