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Miraflores guarda platos y copas que usó Benedicto XVI a 10 años de su visita

Las hermanas religiosas conservan los cubiertos que el Papa sostuvo, las copas y vasos que sus labios tocaron y los platos de donde comió

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Escrito en GUANAJUATO el

Silao.- Hace 10 años cuando el Papa Benedicto XVI visitó León, los leoneses se hicieron cargo de hacerlo sentir como en casa. Y así como en los hogares leoneses hay una vitrina con vajillas y recuerdos, en el Colegio Miraflores tienen una igual. Las hermanas religiosas conservan los cubiertos que el Papa sostuvo, las copas y vasos que sus labios tocaron y los platos de donde comió.

El primero de enero de 2012, el Vaticano dio a conocer una noticia que movió a León. El Pontífice estaría llegando a Guanajuato el 23 de marzo próximo. Las distintas áreas de la sociedad se movilizaron; tránsito gestionó el recorrido que haría, el entonces presidente Felipe Calderón planeó su visita, turismo buscó las mejores estrategias para contribuir en la derrama económica y los fieles alistaron todo para su llegada.

El anunció que asombró a muchos, no sorprendió del todo a las hermanas del Miraflores, pues desde 2011, los rumores de su posible visita ya circulaban entre los pasillos de la escuela religiosa.

El libro Memoria Oficial de la Visita de Benedicto XVI narra todos los detalles de su visita, desde el antes de su llegada hasta después.

En noviembre de ese año, el Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, le dijo a las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios, del Miraflores, que el Papa Benedicto XVI estaría en León el próximo año y que era posible que se hospedara en la casa de las religiosas. La otra escuela que fue considerada para recibir a su Santidad, principalmente, fue el Colegio Lux.

Las instalaciones de las escuelas se llenaron de autoridades de todo tipo, entraron y salieron para saber cuál de las congregaciones tendría el privilegio de recibir al Sumo Pontífice, y no solo a él, sino también a su comitiva. Ganó el Colegio Miraflores.

Al final, el 20 de marzo (el día de la última visita), el Estado Mayor Presidencial, la Nunciatura Apostólica, las secretarías del Vaticano y representantes de la Gendarmería Suiza le dieron el último visto bueno. Todo estaba listo.

Pisa León, Guanajuato

El papá llegó a las 4:30 de la tarde del 23 de marzo de 2012 a la ciudad de León directo a hospedarse en la residencia de las religiosas. Ahí tuvo su primera cena en México.

Sor Carmen describe cómo fue verlo en persona, la sensación de paz interna que le trasmitió el hombre que dedicó su vida entera a la introspección, a la espiritualidad y a la búsqueda del bien social.

“A mí me dio una gran emoción, no sabía qué hacer ni que decirle; es una persona que agradece con gusto, con una gran paz interna y con una mirada que penetra, que parecía que estuviera viendo dentro de mí”, recuerda.

El día que llegó estaba cansado. Entras las horas de vuelo y la descompensación horario se veía que el viaje lo había agotado. A pesar del malestar, Sor Carmen atestigua el esfuerzo que hizo el Papa para llevar a cabo sus actividades.

La vajilla Papal

Los cuatro días que las hermanas le sirvieron desayuno, comida y cena. Comió “muy bien y de todo”. Ver comer al Pontífice y su compañía era como observar una comida familiar, entre todos socializaban y conversaban.

La oportunidad única en la vida no podía ser desaprovechada por las religiosas, todas querían sentir de cerca esta paz de la que Sor Carmen habla, querían llenarse de la presencia del Papa. Para que todas tuvieran un pedacito de ello, se organizaron de manera que ninguna se quedó sin llevar un plato o un vaso a la mesa.

“Nos íbamos rotando para que a todas nos tocara y todas teníamos que saber el protocolo de atención en la mesa”, narra la hermana Carmen en la Memoria de la Visita del Papa.

Para que no hubiera mucha gente en el lugar, solo podían llevar un plato a la vez por lo que tuvieron que ser pacientes para que llegara su turno. En total 27 religiosas (23 mexicanas) le dieron de comer al Papa y a su comitiva.

El recuerdo intacto

Ya pasaron 10 años desde que visitó León y hoy todo está guardado en una vitrina como si se tratase del recuerdo de un familiar querido. Las hermanas religiosas destinaron un recinto especial para guardar todo lo que se quedó del Papa en León.

Detrás de un vidrio, el Miraflores conserva no solo fotografías y estampas religiosas sino algunas cosas que el mismo Pontífice tocó. Tazas, copas, platos y cubiertos reposan sobre un estante de vidrio. Conservados como si el tiempo no hubiera pasado sobre ellos.

Además, en el mismo espacio hay sábanas y cojines con el nombre del Papa bordado con hilos dorados sobre la delicada tela blanca.

Como si se tratase del recuerdo de un buen amigo, ahora todos esos objetos evocan momentos felices e invaluables para las religiosas.

“Me dijo, ‘me voy muy feliz, muy contento’ y yo sentía unas cosquillitas de emoción ¡qué barbaridad!”