OPINIÓN

La infamia como forma de gobierno

Qué fácil es criminalizar desde la tribuna de la mañanera, a todo aquel que no sea de su familia o de su entorno

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Escrito en GUANAJUATO el

México se volvió a estremecer por un nuevo hecho delictivo de manos del crimen organizado. Son tantos y tantos los homicidios que se cometen día a día, semana con semana y mes a mes en todo el territorio nacional, que por desgracia se ha normalizado las escenas y noticias de alto impacto que vive la sociedad civil.

Me refiero a la muerte de cinco jóvenes estudiantes de la Universidad Latina, en Celaya, Guanajuato. Mañana domingo se cumple una semana de este nuevo y trágico acontecimiento, que vuelve a sacudir a la sociedad guanajuatense y al país entero. Los cuerpos de los jóvenes se encontraron abandonados dentro de un vehículo.

Las investigaciones señalan también, otro estudiante que se encontraba con las cinco víctimas, quién está desaparecido y se presume haya sido asesinado, luego que, fue encontrado un cuerpo el lunes muy cerca del lugar donde encontraron a los cinco estudiantes ultimados.

Como sucede siempre en estos casos y de acuerdo con los protocolos de investigación de las autoridades responsables, se encuentran procesando todos los indicios para tener la certeza de lo que pasó con los universitarios. Lo único que está claro hasta el momento, es que los estudiantes fueron torturados antes de morir.

¡Una verdadera tragedia! Ni que decir para sus familiares.

Mientras la fiscalía del estado de Guanajuato, la Guardia Nacional y la policía preventiva del municipio de Celaya investigan lo conducente, la noticia corre de manera veloz los espacios informativos en redes sociales y en medios de comunicación electrónicos, expresando la indignación local y nacional, de un nuevo escándalo de sangre, tortura y muerte, de manos de los de siempre: el crimen organizado.

Y en otro frente, también el de siempre en este maldito sexenio de terror, se aprestan en Palacio Nacional, para salir a escena e “informar” a la nación, de la gran salida y justificación del gobierno, donde ellos nunca tienen la culpa de nada y lo más fácil, comunicar a los mexicanos, que los muchachos estudiantes, fueron victimados por estar comprando drogas.

Así de sencillo difaman a las víctimas y a sus deudos, con información supuestamente oficial, porque proviene del miserable presidente que siempre justifica a sus socios de gobierno, al crimen organizado, culpabilizando siempre a la sociedad y sus miembros, de hacer cosas indebidas o prohibidas, por lo cual, merecen seguramente morir de la manera como asesinan los desgraciados criminales.

La decadencia política del actual gobierno federal y su precaria manera de gobernar con mentiras y saliva y más saliva, inventando supuestas investigaciones oficiales de infames y serviles funcionarios públicos, que solo les importa quedar bien con su patrón, son capaces de formular todo tipo de justificaciones para que el decrepito inquilino de Palacio, salga a informar todas las mañanas justificaciones a su notable indolencia política.

De manera plausible y para muchos inesperado, aparece el denostado fiscal de justicia del Estado de Guanajuato, para informar a la sociedad y por supuesto a los deudos, que las hipótesis de investigaciones de Palacio Nacional son mentiras e infamias del subnormal mandatario y de su séquito de incondicionales del gabinete de seguridad, desmintiendo el móvil.

El fiscal de justicia de Guanajuato señaló que los jóvenes estudiantes asesinados en Celaya convivían en un balneario de la comunidad de Arreguín, cuando fueron interceptados por un grupo de personas que se los llevaron de ese lugar. Reiteró el funcionario estatal, lo que las autoridades de la universidad siempre dijeron, los muchachos “eran gente de bien”.

Qué fácil es criminalizar desde la tribuna de la mañanera, a todo aquel que no sea de su familia o de su entorno. Mientras rabioso y fuera de sí, vimos al anciano presidente defender de una investigación periodística a su hijo Andrés, de actos de corrupción.

No podemos permitir seis años más de maldita transformación, ahora de la mano del engendro que ha creado, de nombre Claudia.

 

¿No cree usted?

Dr. Carlos Dìaz Abrego