SOCIEDAD

“Mi único amigo es Kein, mi perro”: Kiko

Un desechable es más aceptado por los perros callejeros que por las personas

Kiko siempre está acompañado de su perro Klein.
Kiko siempre está acompañado de su perro Klein.Créditos: Especial
Escrito en GUANAJUATO el

Kiko camina, muy dichoso, por la calle, todo despreocupado, con su perro chato: Kein. Siempre andan juntos. Son inseparables. Kiko y Kein. Kein y Kiko. Un dúo fantástico en las calles de León.

“Mi perro no hace nada. Ni yo. No molestamos a nadie en esta ciudad”, platica Kiko, muy tranquilo, parado, en un camellón empedrado, en el bulevar La Luz, en la ciudad de León. “Ven dame la mano, salúdame”, le dice Kiko a Kein, y le da un beso cariñoso en la cabeza. Y le da otro beso más gustoso.

“Me lo regalaron grande, yo ando en la calle, me duermo en la calle, porque me tienen amenazado. Y el único que me acompaña es él”, cuenta.

Kiko vive a la defensiva. Siempre siente que las personas lo van a agredir y que los van a correr de ahí. Cuando un fotógrafo le tomó una foto, Kiko agarró una piedra del tamaño de un melón y amenazó con agredirlo. ¿Por qué me tomas fotos?, gritó. ¿Quién eres?, volvió a gritar con la piedra sujetada en las manos, a punto de arrojarla, mientras su perro ladraba, amenazante, en la calle.

Después de unos segundos, Kiko entendió que nadie quería hacerle daño. Él piensa que la mafia quiere atacarlo. Y por eso vive en una alerta permanente ante los peligros de la calle. “Me tienen amenazado. Por eso me duermo en la calle. A mí familia ya la mataron”, platicó el joven. Kiko se calmó y aceptó platicar algo sobre su vida.

“Este es mi perrito, es mi mejor amigo”, dijo, abrazando a Kein, dándole unas palmadas en el lomo, con cariño. “Este nunca me va a traicionar. Si ando con una persona y le platico, él le platica a otra y así se va regando. Y él, mira, todo se lo guarda. Siempre anda conmigo, mira (lo abraza y lo besa varias veces)”. Kiko explica que no quiere tener amigos, solo quiere estar con Kein y nadie más.

“Y donde quiera que me vea, siempre andamos solos. Me duermo en la calle y a nadie molesto”, afirma.

Kiko en realidad no se llama Kiko.

“Mi verdadero nombre, es José Enrique Arredondo Vargas. De niño me decían Kiko. De apodo hace muchos años me decían Terrecilla o El Doberman porque tenía un perro Doberman y el Doberman me lo mataron porque dicen que los Doberman tienen una maldición, señor”, dice.

Las personas sin hogar suelen andar acompañados de perros. Por alguna razón, ellos prefieren andar con perros callejeros. Los perros se acostumbran a vivir con sus amos y a compartir la vida con ellos.

Kiko viste un pantalón de mezclilla roto y una sudadera. Carga una esponja para improvisar su cama en cualquier lado de la ciudad y una cobija para taparse del frío. Kein viste un collar de piel. En las madrugadas de invierno, se acurrucan, uno sobre el otro, para no pasar fríos.

Los indigentes mantienen una conexión extraña con los caninos. Kiko le habla como si fuera una persona. ¡Abrázame! ¡Dame la pata! ¡Vente! y Kein parece entenderle. “Tengo poquito con él. Es mi único amigo”, cuenta. Kiko no tiene ningún plan. Su único plan es sobrevivir en las calles de León, con su perro chato, juntos y solos, Kiko y Kein, buscando algo para comer y un rincón para dormir.

CM