León.- El joven Juan sufrió un asalto muy cerca del estadio León y le arrebataron su teléfono celular. Al día siguiente, el rastreador del Iphone ubicó el teléfono en la calle Miguel Alemán, a la venta.
El negocio es redondo: los delincuentes roban celulares y computadoras, y los venden de inmediato en la calle Miguel Alemán, sin que las autoridades tengan capacidad de acción y respuesta.
“Mi teléfono estuvo en la calle Miguel Alemán durante cuatro o cinco días. Lo movían de un local a otro, a diferentes horas. Y la Policía no pudo hacer nada”, dijo Juan, con cierta frustración.
Los comerciantes de la calle Miguel Alemán, primordialmente del tramo de la calle Nuevo León a la calle Tamaulipas, pasando por la Reforma y la Perulito, venden artículos robados a plena luz del día. Ahí tienen a la venta teléfonos, computadoras, aparatos eléctricos que con frecuencia son robados.
“Fui a la Miguel Alemán y busqué mi teléfono. Nunca vi el teléfono pero ahí lo tenían. La Policía no pudo encontrarlo. Es imposible. Los delincuentes se salieron con la suya”, explicó Juan.
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Desde hace tres o cuatro décadas, la calle Miguel Alemán es el sitio de venta de artículos robados. Los asaltantes cometen atracos en la ciudad y de inmediato van a la calle Nuevo León y a La Rivera, a vender sus “aparatos calientes”.
No hay forma de agarrarlos, según parece. Las autoridades saben sobre el tema y no hay una estrategia para combatir estos delitos.
“Yo me cansé. Estuve yendo a la calle Miguel Alemán, como cuatro o cinco veces, y nunca lo encontré. La Policía no me pudo ayudar”, dijo.
Las autoridades municipales planean poner orden en el comercio ambulante de la calle Miguel Alemán, tal y como lo hicieron en Zona Piel. Sólo que el problema de la Miguel Alemán es más profundo, ya que los teléfonos celulares los venden en los locales y en los puestos ambulantes. Los policías ministeriales han realizado varios cateos en los domicilios, pero los comerciantes mueven los teléfonos para no ser detectados. Un teléfono robado suele estar dos o tres horas en un local y luego lo cambian a otro local, así durante todo el día. De tal forma que cuando hacen el cateo, ya no hay nada.
Los delincuentes ya saben cómo esquivar a las autoridades ministeriales. Y ya perdieron el miedo.
“Sentí frustración. Algo debe hacer el Gobierno”, dijo Juan, quien de plano se dio por vencido. “La Policía sabe que ahí están los teléfonos robados, pero no hacen nada”, agregó.
JP