DESASTRES NATURALES

El día que Pénjamo amaneció bajo el agua: a 9 años de las inundaciones

Los penjamenses sintieron la fuerza de la naturaleza y vivieron gran miedo ante el peligro que enfrentaban

Escrito en GUANAJUATO el

Pénjamo.- Javier Pérez Cervantes recuerda la visita que recibió, muy temprano, la mañana del sábado 22 de septiembre de 2013.

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Como secretario de Ayuntamiento de Pénjamo, a él le reportaban las corporaciones de seguridad y, quien tocaba a su puerta en esta ocasión era el comandante Costilla, de la Policía Municipal.


“Lic, cámbiese rápido, porque hay una emergencia, nos inundamos”, le dijo el policía.

La reacción del funcionario fue de enojo: “Échate otra broma más creíble, Pénjamo no se inunda”.

El secretario de Ayuntamiento terminó de despertar cuando se asomó a la calle y volteó a su izquierda: el río Huascato ya estaba desbordándose y Javi, como es conocido en todo Pénjamo, se asustó de veras. En lo más inmediato porque su casa estaba en la calle Orizaba, que queda a un lado del río.

...Y a eso de las 6:00 ocurrió el desbordamiento de la presa La Golondrina. Era el inicio de una jornada trágica para los penjamenses, en que su ciudad quedó devastada, pero que a la vez permitió demostrar que los ciudadanos se solidarizaban sin importar partidos o creencias.

Hasta el cuello

El agua comenzó a subir y a entrar a las casas; la corriente del río cobró tal fuerza que derribó cuatro puentes y se llevó diez automóviles. Los penjamenses sintieron la fuerza de la naturaleza y vivieron gran miedo ante el peligro que enfrentaban.

“El miedo y la adrenalina se apoderaron de mí, porque era un tema novedoso y tenía que poner en práctica el plan de contingencia que habíamos estado creando para esa temporada de lluvias”, apunta Javier Pérez.

 

No hubo, afortunadamente, pérdidas humanas. Pero sí cuantiosos daños materiales que pegaron directamente a los ciudadanos, pues muchas familias perdieron muebles, ropa y otras pertenencias. Las casas afectadas fueron 100 aproximadamente.

La reacción

La primera acción fue informar de lo que pasaba a la Secretaría de Gobierno estatal, pidiendo que enviaran a personal de Protección Civil a evaluar la situación, mientras convocaba a su vez a una reunión con todos los directores municipales y miembros del ayuntamiento, encabezado por Jacobo Manríquez.

En ese tiempo todavía existía el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), hoy desaparecido por el actual gobierno federal. La intención era, ante la magnitud de la desgracia, acceder a esos recursos y ayudar a la recuperación de la ciudad.

“Levantamos un diagnóstico para ver cuántos domicilios salieron afectados, el nivel del agua y determinar si se consideraba inundación; ese expediente se envió a la Secretaría de Gobierno para tramitar la ayuda del Fonden”, recuerda Pérez Cervantes.

Lo que era el Fonden, que ahora absurdamente ya no existe, acota el abogado penjamense.

Entró el Plan DN-III a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional, y en los auditorios y salones municipales se habilitaron cuatro albergues para los cerca de 1,500 desalojados.

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Pero mientras los funcionarios se reunían en la sala de cabildos, ya en las calles convertidas en ríos la gente derrochaba voluntad solidaria para apoyar a los conciudadanos afectados. 

Los hombres ayudaban a los niños y a las mujeres a llegar a algún lugar seguro, y entre todos se echaban la mano para tratar de poner a salvo lo que se pudiera de los muebles en las casas inundadas.

Fuera de la mancha urbana, las aguas anegaron cientos de hectáreas de campos agrícolas y estropearon los cultivos, principalmente de sorgo y maíz, provocando pérdidas millonarias.

La recuperación tras los daños por esa amarga fecha tardó meses, y hoy que han pasado 9 años del desastre, cada 22 de septiembre es recordado como “el día que se inundó Pénjamo”.

CV