ENTRE FOODIES Y TRAGONES

Entre fogones y ríos: la historia de Lupita Vidal y la cocina tabasqueña

Lupita Vidal, reconocida por CANIRAC y Culinaria Mexicana como chef del año, ha puesto a Tabasco en el mapa gastronómico nacional con una propuesta que no solo cocina, sino que narra la historia de una tierra poco reconocida por sus propios habitantes.

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Escrito en YO SOI TU el

En un país donde Yucatán, Oaxaca o Puebla dominan el mapa culinario, Lupita Vidal emerge como una de las voces más lúcidas y valientes para hablar de una cocina igual de rica, pero olvidada: la de Tabasco.

“Tabasco nunca ha sido un estado reconocido... y lo más triste es que es injusto por nosotros mismos”, dice la chef con la claridad de quien ha batallado no solo en la cocina, sino también contra la cultura del olvido.

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Desde su trinchera en Cevichería Tabasco y Salón Caimito, Vidal no solo cocina: narra, resiste y honra un territorio que ha sido sistemáticamente subestimado, incluso por quienes lo habitan.

Premiada, pero no por su tierra

En 2025, Lupita fue reconocida como Chef del Año por CANIRAC y por la guía Culinaria Mexicana, dos distinciones que validan años de trabajo y resistencia. Sin embargo, esos reconocimientos llegaron desde fuera, no desde su tierra natal.

“Pensé que lo estaba haciendo mal todo el tiempo. Pero esos premios fueron un alivio para ese corazón roto”.

Desde sus cocinas, Vidal sirve platos que provocan y desconciertan. Su ceviche tabasqueño, por ejemplo, no es una réplica de lo tradicional, sino una reinterpretación: róbalo fresco, curado al momento, sin miedo a mezclar técnicas modernas con ingredientes locales como el amashito o los cítricos del trópico. 

Cocinar es narrar un territorio

Para Lupita, la cocina es un acto político. No en el sentido partidista, sino como ejercicio de memoria, dignidad y pertenencia.

“Hay quienes ven la cocina comunitaria como sinónimo de pobreza. Y eso incomoda”

En sus palabras y en sus platos hay una misión: que el pejelagarto asado, el tamal de chipilín o una simple tortilla gruesa con chile machito sean reconocidos con el mismo respeto que un chile en nogada. “La diferencia es que aquí no hay conventos barrocos; hay pescadores, hay selva, hay río”, dice sin adornos.

Con su libro Agua y Humo, y sus recorridos por comunidades rurales, Lupita ha tejido una narrativa en la que cada platillo cuenta una historia: del campo, del maíz, del fogón, del río. Y sobre todo, de la gente que los hace posible.

Contra la cocina de postal

En la era de la estética, donde todo parece diseñado para redes sociales, Vidal va a contracorriente: no cocina para Instagram, cocina con dignidad. Aun así, sus platos conmueven tanto como sus imágenes, gracias al lente de Jesús David, su pareja y fotógrafo.

“Un buen plato también es la persona que lo cocina, el lugar, el ingrediente, la temporalidad”.

En cada imagen hay una historia, un productor, una comunidad. No hay artificios: hay orgullo, sabor y realidad.

El sur también existe

Aunque su corazón está en Tabasco, Lupita ha llevado su visión a Valladolid, Yucatán, un lugar donde mezcla lo yucateco con lo tabasqueño: matalí, quesos frescos, longaniza local, todo pensado para quienes viajan rápido, pero quieren saborear algo auténtico.

“Es una ventana para seguir dando a conocer el sur y Tabasco”.

Y así, entre ceviches tropicales, aguas ancestrales y tortillas gruesas, Lupita Vidal se ha convertido en una cocinera revolucionaria. No por los fuegos artificiales, sino por lo más difícil: cocinar desde el orgullo y para la memoria.

Porque en un país profundamente desigual, su propuesta no solo alimenta: reivindica y transforma.