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Lo que no se puede ocultar en Poza Rica: el olor a muerte y los desaparecidos

La tragedia inunda Poza Rica entre el lodo, la desolación y el olor a muerte; vecinos buscan sobrevivientes, rescatan cuerpos y reclaman la ausencia de autoridades tras una crecida del río Cazones que dejó destrucción y desaparecidos en el norte de Veracruz

La escena forma parte del terror que viven pobladores de Poza Rica tras inundaciones.
Israel y su esposa miran a la casa de su tío Ismael, quien murió atrapado en su casa.La escena forma parte del terror que viven pobladores de Poza Rica tras inundaciones.Créditos: YESENIA SANTOS
Escrito en VERACRUZ el

POZA RICA, VER.- La tristeza y desolación se respiran en Poza Rica al igual que el penetrante hedor a hidrocarburo mezclado con el olor a lodo, que se percibe a cada paso por el municipio que fue arrasado por las aguas del río Cazones en lo que vecinos describen como un “tsunami”.

No saben con certeza de dónde vino y cómo pasó, pero están seguros que en esta emergencia parecen estar solos. Ellos no cuentan con botas de hule ni equipo especial; a pura chancla, tenis de lona y bolsas amarradas, improvisan impermeables para abrirse paso entre los escombros llenos de lodo e intentar buscar sus pertenencias, así como limpiar el lugar que han habitado por años.

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Entre vecinos y desconocidos se echan el grito para ofrecerse aguas, tortas u otros víveres que los mismos pobladores de Poza Rica consiguieron.

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Lo que fue una ciudad llena de vida y marcada por el constante paso de automóviles de un municipio a otro a través del Puente Cazones I, ahora se ve como una “película de terror”. Las calles aledañas a Plaza Crystal, una de las más concurridas del municipio, se encuentran con lodo espeso, resbaladizo y pegajoso.

Del estacionamiento aún escurre el agua que alcanzó altos niveles y que arrasó con todo a su pasó. No hay “cumbiones” saliendo de las bocinas de Coppel, tampoco el silbatazo de los tránsitos ni mucho menos los característicos hot dogs de la esquina de Liverpool.

En su lugar, hay personas arrastrando bolsas con productos que el agua se robó y ellos sacaron de la zanja en busca de algo que puedan usar después de haberlo perdido todo. La avenida Lázaro Cárdenas de Poza Rica es un peregrinar de damnificados que aún en la devastación luchan por salir adelante,  recuperar su ciudad y ¿por qué no? hacer uno que otro chiste para reír un poco mientras apalean la tierra que parece atole echado a perder y les cubre los pies.

Algunos otros, se organizan para armar grupos y orillar los carros destrozados que fueron dejados por la corriente a mitad de calle, pues los que están volteados, arriba de árboles o techos, recargados en paredes, deben esperar a que llegue una grúa y, para que eso pase, se estima que deben transcurrir algunas semanas.

En medio del caos, hermanos, tíos, sobrinos o primos, también salen a buscar a sus familiares desaparecidos con quienes perdieron contacto o saben que el agua alcanzó a sus hogares.

Don Gustavo, adulto mayor, murió atrapado en su casa

“¡Ayuda, aquí hay una persona sin vida!”, grita una mujer desde la calle Rivera Sur, mientras trata de correr entre el espesor del lodo y anuncia la tragedia. Los que escuchan se quedan paralizados mientras bajan la cabeza en señal de duelo y se aferran con mayor fuerza de sus palas, de sus escobas.

“Acabamos de encontrar al tío de mi esposo”, cuenta con lágrimas y en seguida camina hacia a la casa de su familiar, ubicada a tan solo dos cuadras de donde encontraron el cuerpo de Diana Jael Cuervo Santos, una estudiante de Psicología de la Universidad Veracruzana.

La fuerza del agua arrastró automóviles la noche de la inundación. (YESENIA SANTOS)

Pasa al costado de un taxi volteado, un gran transformador caído y, finalmente, llega al domicilio. Una casa marcada con el número 106 de forma cúbica con plastas de lodo que manchan las paredes blancas y en donde una ventana con los cristales funge como puerta a la tragedia, pues desde ahí, se logra ver el cuerpo de don Gustavo de 60 años, tirado boca abajo, cubierto de lodo y obstruyendo la puerta. Su ropa, cama y demás pertenencias que lo acompañaron en vida, se encuentran totalmente mojadas.

Israel y su esposa, así como su hermana Amairani, se abrazan entre sí ante la lamentable noticia. Ya han pasado al menos dos horas desde que dieron aviso a las autoridades y no han tenido respuesta, mientras que, al paso del tiempo, pierden la esperanza de que personal de la Semefo llegue por el cuerpo.

Piensan que pudieron haber hecho más y recuerdan con impotencia haber mantenido constante comunicación con don Gustavo, pero cerca de la medianoche, perdieron contacto con él. Así, al mismo tiempo en que incrementaba el cauce del rio, aumentaba la preocupación de la familia. 

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Fue cerca de las 3 de la mañana del viernes 10 de octubre que, desde la colonia 27 de septiembre, Israel y su esposa se trasladaron a la colonia Palma Sola para buscar a don Gustavo. La sorpresa fue que, al llegar, la casa estaba cerrada; tocaron la puerta pero nadie abrió. Confiaron en que el señor ya había evacuado, pues hasta ese momento el agua ya les llegaba hasta las rodillas. Tal vez ya se fue, les comentaron los vecinos. 

Encomendándose a Dios y pidiendo que todos estuvieran a salvo, Israel y su esposa corrieron de regreso a su casa para evacuar a sus hijos de 4 y 6 años, a su mamá y su perrito. Israel fue a dejarlas en un lugar seguro y regreso por algunas cosas, mientras se apuraba entre las penumbras pensaba en su familia. “Me daba miedo llegar y no volver a verlas, que no me pudieran encontrar”.

Fue en cuestión de minutos que el agua comenzó a invadir las calles y casas. “El agua salió de sorpresa, traía una fuerza que arrasaba con lo que sea”, cuenta Israel.

Fueron los minutos más largos que pudieron vivir, pues el río que tanto ha dado vida, también empezó a llevárselas. Cerca de las 6 de la mañana, se escuchaba con mayor fuerza la intensidad del río Cazones que a su paso arrastró de todo, casas, autos, árboles, animales y personas.

La gente gritaba, pedía ayuda, los perros ladraban incansables y, por varios minutos, sonó la alarma de Pemex. “Parecía un apocalipsis”, cuentan.

El nivel del río superó los 8 metros y el agua ya invadía los segundos pisos. La casa de don Gustavo estaba cubierta en su totalidad.

La casa de Gustavo, un hombre de 60 años, quedó cubierta por el agua la noche de la inundación, con él dentro. (YESENIA SANTOS)

Israel y su familia vieron pasar animales, estructuras e incluso cuerpos de personas. Algunos se aferraban a la vida de un árbol, de postes, de lo que sea que pudieran tomar para evitar ser arrastrados.

“En ese momento recuerdas tu vida en todo un instante”

Amairani, otra familiar de don Gustavo, escuchó como los carros chocaban entre sí debajo del agua. Incluso vio como uno salió “disparado” de una cochera y, en seguida, el cuerpo de un hombre salió de la misma zona. Pronto llegó el amanecer y los daños en las calles fueron visibles. “Fue peor que la inundación del 99”, recuerdan.

Casas totalmente destrozadas, las tiendas vacías, los postes caídos y cosas en lugares en donde nunca se imaginaban que pudieran estar. Al salir a recorrer las calles para ver la magnitud del daño, vecinos se toparon con una imagen sorprendente: un caballo de cabeza, sin vida y al interior de la cabina de una camioneta.

Animales ahogados durante la inundación en Poza Rica (YESENIA SANTOS)

Este sólo era uno de los cientos de animales que murieron en la inundación y no tuvieron ni la oportunidad de escapar, como fue en el rastro municipal en donde cientos de puercos murieron ahogados. Para las 2 de la tarde, el olor de sus cuerpos llegaba hasta la calle. 

Mientras todos salían de sus lugares de resguardo, Israel y su familia no dudaron en acudir a la casa de don Gustavo, aún cuando el agua les cubría las piernas. Llegaron y vieron el desastre a su alrededor. En donde antes había un patio limpio, ahora habían lodo con petróleo y un transformador del tamaño de una persona.

Intentaron abrir la puerta de la casa que es producto del Programa del Bienestar, pero les fue imposible. Desesperados, rompieron una de las ventanas y al asomarse, vieron a don Gustavo sin vida. 

Al enterarse, dos jóvenes que son sus vecinos se acercaron para ver el cuerpo y, en un abrazo fraterno, dieron el pésame a la familia.

“Mi abuela murió hace meses, pero cuando don Gustavo iba a la tienda, pasaba a platicar con ella, hasta pasaba y se sentaba”, recuerda su vecina.

También recuerdan que al señor le gustaba disfrutar de las tardes sentado afuera de su casa y hasta se quedaba profundamente dormido con el “fresco” que llegaba en la puesta del sol.

“El Domi”, vendedor ambulante del ADO, fue arrastrado por la corriente

La última vez que vieron a Domitilo, mejor conocido como “El Domi”, fue en la esquina “justo en donde está la boletera chica del ADO” cuando llegaba, como todos los días, a vender pomadas para las reumas, el dolor muscular y la picazón.

No le dio tiempo de correr a refugiarse con empleados y pasajeros en el techo del ADO, sino que fue arrastrado por la fuerza brutal del agua. “El pobre apareció en el hotel Venecia”, cuenta un pozarricense mientras señala el establecimiento que se encuentra frente a la central camionera.

Con una sonrisa y fiel a las cascaritas que se jugaban en el campo de fútbol a un costado del río, Domi le echaba porras a los vecinos futboleros después de cumplir su jornada del día.

El agua arrasó con todo a su paso en varios puntos de Poza Rica. (YESENIA SANTOS)

“Era todo un personaje”, recuerdan trabajadores del ADO mientras sacan escombros de la sala de espera. Domitilo al igual que otros vendedores ambulantes, ya era conocido por las cajeras, personal de limpieza y los guardias de seguridad. Los constantes viajeros también lo ubicaban de vista.

Leticia, trabajadora de la central de autobuses, desapareció en inundación mientras trabajaba

Leticia García García, trabajadora de la central camionera de la avenida Puebla, desapareció en la inundación; había llegado a trabajar a las 6 de la mañana como era su rutina.

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Su hermano e hijas fueron a buscarla entre los escombros de la central, pero sólo se encontraron con autobuses volteados y estructuras caídas. Acudieron a la Semefo, pero se encontraron las puertas cerradas, llamaron y no tuvieron respuesta sobre el lugar al que llevaban los cuerpos recuperados.

Después de la inundación, las calles quedaron cubiertas de lodo y autos reducidos a fierros torcidos. (YESENIA SANTOS)

Ella se suma a las decenas de desaparecidos que son buscados incansablemente por amigos y familiares. “Hay bastantes muertos, muchos estudiantes de la UV, son cientos”, declaran vecinos de la colonia Palma Sola, en donde es común la renta de viviendas como pensiones a alumnos universitarios. 

La incertidumbre sigue reinando en las zonas de afectación de Poza Rica, en donde algunos dicen que la inundación fue divino castigo por tanta violencia que se vivía en días previos, otros que fue mera casualidad, pero todos coinciden en que no hubo un alertamiento oportuno, que no han recibido ni las despensas de “El Samuel”, gobernador de Nuevo León, y que ni vieron pasar las lanchas que rescatarían a los atrapados y recuperarían cuerpos.

El paso del tiempo es crucial. El cansancio aumenta, el desabasto y los altos precios son una latente, mientras que en el ambiente se percibe aún con mayor fuerza el “olor a muerto” del que todos tienen conocimiento, pero pocos quieren comentar.

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