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Maganhola: una historia de resiliencia ante el abuso de drogas

Maganhola, ex integrante del grupo veracruzano de reguetón “La Dinastía”, cuenta a LA SILLA ROTA su historia en el mundo de las drogas y su resiliencia para ahora disfrutar su sobriedad; una lucha diaria que, asegura a los más jóvenes, es posible de ganar, pero también de evitar

Maganhola: una historia de resiliencia ante el abuso de drogas.Créditos: Maganhola
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VERACRUZ, VER.- Pasan de las 2 de la tarde en el Callejón Toña La Negra, en el Barrio de la Huaca, donde la resolana es intensa. Maganhola se acerca a un puesto de antojitos y busca sombra; ha llegado aquí para contar su historia en las drogas, un callejón siniestro del que ha salido y que ahora busca que más personas lo hagan y, de ser posible, lo eviten. 

Tienes sus ojos rojos, irritados, pero no por haber consumido alguna sustancia psicoactiva. Se le ve en el semblante: piel morena con tatuajes, barba y cejas pelinegras recién perfiladas, ojos oscuros y chicos por la falta de descanso; se despertó al medio día después de llegar a su casa a en la madrugada. Hace unas horas se presentó en la “Noche de influencers”, un evento en el Joker Night Club al que fue invitado.

Con voz rasposa, casi aguardientosa, comienza a narrar cómo ha sido mantenerse sobrio durante casi 2 años: “Es una lucha diaria, porque es mentira que el antojo se quita. Es una lucha diaria (...), el ocupar tu mente todo el día”, explica, como una de las tantas veces que lo ha hecho.

Hace dos años regresó a la música como solista después de pertenecer a La Dinastía – un grupo de reguetón veracruzano formado en los 2000’s –, además es padrino en el grupo “Fuente de vida”, en el que ayuda a jóvenes adictos. Ahí narra su testimonio, ayuda a los que puede y lidia con su propia enfermedad

Alberto Magaña Landa –como en realidad se llama – es uno de los 4.4 millones de hombres en América Latina y el Caribe que sufre trastornos causados por el consumo de drogas, como es la dependencia, según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

De acuerdo con la OPS, “las sustancias psicoactivas son compuestos naturales o sintéticos que actúan sobre el sistema nervioso generando alteraciones en las funciones que regulan pensamientos, emociones y el comportamiento”. Estas sustancias son drogas como el alcohol, el tabaco, la cocaína, la mariguana, el cristal, el crack, el fentanilo y demás. Se utilizan de forma recreativa, farmacológica, como los tranquilizantes o analgésicos opiáceos; o de uso general, como los solventes industriales. A su vez, se dividen en legales e ilegales, según las leyes de cada país.

Razones: ¿escape de la realidad?

Alberto se considera así mismo – y a todos los adictos – como un enfermo emocional. Heridas como el rechazo de su padre, el poco apoyo que tuvo de su familia durante la adolescencia y los amigos equivocados. Eso, considera, reforzó su enfermedad tan íntima de la que casi no habla.

De acuerdo con el National Institute on Drug Abuse (NIDA, por sus siglas en inglés), la drogadicción “es una enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el uso compulsivo e incontrolable de una droga, a pesar de las consecuencias adversas”, en donde la fuerza de voluntad y los principios morales no bastan para dejarlas.

“Nosotros somos enfermos emocionales, y siempre bajo una emoción, ya sea buena sea mala..., uno quiere consumir droga. Si te va bien, quieres celebrar con una copa de alcohol; si te va mal, quieres desestresarte con una sustancia. Si sufres de algo emocional, siempre recurre uno a las adicciones”.

Los posibles cambios cerebrales que pueden experimentar los consumidores desafían el autocontrol e interfieren con la habilidad de resistir los deseos intensos de usar drogas. En medio de esto, se pueden encontrar algunas razones, según el NIDA, del consumo de dichas sustancias:

1. La biología. Esta interfiere en un 50 por ciento la predisposición de una persona para la adicción; el género, etnicidad y la presencia de otros trastornos mentales pueden también influir en el riesgo del uso de drogas y su dependencia.
 
2. Las condiciones socioeconómicas. La calidad de vida, las relaciones familiares e interpersonales y la condición económica; así como el abuso físico y sexual, la exposición temprana a las drogas, el estrés, la orientación parental y la presión social, son particularidades que pueden afectar la probabilidad de que una persona tenga toxicomanías.

Ahondando más en esta última, la Fundación Por Un Mundo Libre de Drogas aborda las razones de aburrimiento, evasión o relajación, experimentación y la pretensión de comportarse como alguien mayor, como razones de consumo en jóvenes. Las cuales, de hecho, fueron las que condujeron a Alberto hacia el uso de sustancias.

La primera vez

En la vida de Alberto hay dos primeras veces en su camino a la sobriedad: la primera vez que bebió alcohol, y la primera vez que aceptó meterse estupefacientes. La primera vez que bebió tenía entre 14 y 15 años, no lo recuerda bien, pero fue mientras cursaba la preparatoria.

“Desde los 14 ando en la música, a los 14 empecé ir a Capezzio..., desde los 14 empecé a ver cosas que no veía... A los 17 comencé a trabajar en el muelle (...) ¡y en el muelle qué no se ve! – dice con una sonrisa torcida – y entonces yo creyéndome como esas personas grandes, queriendo ser adulto, queriendo vivir la vida de prisa..., pues empecé a consumir”, concluye.

Alberto puntualiza que el alcohol nunca fue lo suyo, sino que lo fueron “otras sustancias”; cuenta, entre risas nerviosas, que siempre se ha considerado un imitador: una persona que desea estar en los círculos sociales en que se desenvuelven sus amigos, y que, el querer pertenecer, lo llevó a beber.

“... Muchos jóvenes así empiezan, que no son malos. ¡Yo no era malo! Yo era una persona normal, inteligente en la escuela de niño, cuadro de honor siempre (...) y empecé ir a los antros, empecé a sentirme grande, empecé a querer pertenecer...”, explica.

Su primera vez probando drogas fue en el extinto antro Capezzio. En este lugar popular entre los años 90 y el 2014, que ahora recibe el nombre de Factoría, se solían reunir adolescentes y jóvenes adultos de clase media baja para bailar y divertirse, pues en las demás discotecas no eran aceptados por no ser blancos ni de clase media – media alta.

"La casa de la raza”; la “cuna del reguetón jarocho”, vio despegar la carrera de Maganhola. A sus 15 años lo comenzaron a invitar a eventos, y en la música “todos se drogan”. Los demás cantantes, sus camarógrafos, sus bailarinas y su staff; consumen.

Siempre que le ofrecían sustancias las rechazaba, hasta que un día, en medio de la tristeza y de los pensamientos que lo atormentaban, aceptó probar. En ese momento, su vida “se convirtió en arcoíris”: olvidó sus problemas, estuvo feliz, se divirtió y le gustó.

Lo que siguió después fue una búsqueda de recrear lo experimentado: “Lo que quise yo (fue) repetir ese momento como la primera vez que consumes drogas, pero nunca lo vuelves a repetir”, explica. Comenzó a beber y consumir mariguana cada vez que cantaba, hasta que ese “de vez en cuando” se convirtió en un consumo diario.

Primero era un juego para él “a ver qué se siente, vamos a probarlo”, era lo que pensaba. Consumía de forma “normal” y social, hasta que notó que “consumía día tarde noche, día tarde noche, no paraba... ”. Probó de todo, a todo le decía que sí hasta que llegó al cristal, lo que terminó convirtiéndose en lo suyo. La metanfetamina, mejor conocida como crico, confeti, anfeta, hielo o cualquier otro de sus más de 30 nombres en español, es una sustancia sintética producida con sustancias químicas peligrosas y de fácil obtención como la acetona, el fertilizante, éter, fósforo rojo y litio.

“Nunca pensé tocar fondo así”, dice mientras recuerda el estado en el que se encontraba. Cuenta que llegó a verse “como la gente que ves tirada, como los alcohólicos, así yo”, en su peor momento, a sus 36 años. De acuerdo con la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama), la metanfetamina puede encontrarse en “forma de polvo blanco y cristalino (...), en forma sólida parecida a piedras o terrones granulados con textura cerosa” y presentar diversos colores como el rosado, marrón o amarillo.

“Es lo que hoy en día está matando a la juventud (...), esas personas están quedando mal” dice Maganhola, y no se equivoca. Como consecuencia del consumo crónico del cristal, se puede encontrar la dependencia, el estado de alerta, la ansiedad, los delirios, los problemas dentales severos (boca de metanfetamina) y una intensa comezón que provoca dolores en la piel, y otros.

“No duermes por días, mal humor todo el tiempo; todo el tiempo estás de malas, todo el tiempo peleas. Que le gritas a tu mamá, que le gritas a cualquier persona, que le gritas a tu esposa, que le gritas a tus hijos..., no hay esas partes de ‘ay ven hijo, mi amor’, no. Hay rechazo para todos y tú estás en tu mundo”.

De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Salud y el Consumo de Drogas (NSDUH, por su sigla en inglés) de 2021, más de 16,8 millones de personas de 12 años o más, consumieron metanfetamina al menos una vez en su vida, mientras que se estima que durante ese año 2.5 millones de personas consumieron metanfetamina en los últimos 12 meses.

“Te vuelves un zombi cuando andas en ese mundo, no... no te duele nada, no tienes corazón, no sientes nada”, explica Maganhola.

Cuenta, además, que ha conocido historias de personas que han perdido el control al estar drogados: hombres que llegaron a violar a sus hijos y madres por estar intoxicados. “Si no lo has hecho, lo vas a llegar a hacer”, se advierten en el grupo. “Hay personas que nunca salen”.

Casi dos años de sobriedad

El día de su cumpleaños, el 15 de julio del 2022, en medio del desespero, de la tristeza y de la frustración, Alberto le pidió a Dios que le ayudara a salir del lugar en donde estaba. Habló con Dios, le dijo que sabía por todo lo que había pasado y que él no era un mal hombre.

“Yo veía mis vídeos (musicales y decía) ‘yo soy esta persona, yo no puedo seguir así’ (...) y tomé la decisión un día, a tres días de mi cumpleaños. El día de mi cumpleaños le pedí a Dios que me ayudara a salir, que este no era yo, que... que él sabía todo lo que yo había pasado, pero que yo no quería seguir así”.

Con pausas, explica que tres días después tomó la decisión de anexarse. Contento, cuenta que este 18 de julio cumple 2 años sin drogarse y sin consumir alcohol.

“Esto es una enfermedad para toda la vida, pero vale la pena echarle ganas. La sobriedad la obtienes cuando ya te mueres”, explica. “Cuando olvides como llegaste (al anexo), te vuelves a drogar, entonces tengo que recordar cómo me llegué...: mal moralmente, mal físicamente... mal”, dice mientras mira a su al rededor.

Y es así, recordando cómo llegó al anexo en el que en un principio estuvo dos meses y luego se quedó otros cuatro; viendo a los adictos deambular por las calles, escuchar las historias de quienes llevan años luchando contra la dependencia; pensando en él, en su vida, en sus sueños, en su familia y en sus hijos, es que diariamente encuentra la forma de no consumir.

“Yo decía ‘¡ah! pues me compro una dosis y me dura una semana’, ‘yo si quiero lo dejo, esto lo ocupo nada más para cuando voy a trabajar..., para los desvelos...’, pero es lo que le vendes a tu mente, ya al consumir ya te vuelves adicto, y ya no hay cosa que lo pare”.

Cuenta que “así mal mal” estuvo dos o tres años, pero que seguía haciendo música que, “en su alucín”, creía que eran canciones “bien chingonas”, pero que no eran. “Nada sirvió ni nada pegó”, explica riendo. Mientras come sus empanadas de pollo y se toma su café, llega un señor que le dice, le va a cantar una canción. Parece que es un indigente y trae una cubeta de cinco litros que utiliza como instrumento. Maganhola lo escucha y le dice “mejor tócate la de Vaquero”, cosa que sí hace.

Después de cantar el coro se ríe, y Maganhola también. El señor le cuenta, entre risas, que les ha dicho a las personas que él contrató a Ricky Martin, pero que nadie le cree. Dice también que se irá a la playa en la noche para ver si alcanza a ver “a la Yuris”, la reina del Carnaval de Veracruz en conmemoración de sus 100 años.

Ambos se ríen. Maganhola le da una moneda y, dándole bendiciones a todas las personas del Callejón Toña La Negra, el señor se va. “Ya ves, a eso me refiero. No quiero terminar así”, dice con media sonrisa. Cuenta que en el grupo Fuente de vida le dan herramientas para evitar recaer. “son cambios de juicios y actitudes, no esperes cosas diferentes en tu vida si sigues actuando igual”, explica.

Le han aconsejado estar alerta pues él tiene “la prueba más difícil” por el medio en el que desenvuelve. “(En el grupo) saben a lo que me dedico y me dicen ‘¿sabes qué? Tú vas a trabajar, tú vas a ganar dinero; tú vas a estar bien, mente alerta y receptiva siempre’ porque yo he estado cantando y de repente me quieren dar una botella y... ponerme en la boca y... no. ‘Tranquilo, no, no tomo’”, es lo que les responde.

Su trabajo es acudir a carnavales, realizar presentaciones en eventos y antros, lugares en donde al rechazar las invitaciones y no quedarse al final de la fiesta, le dicen aburrido. Sin embargo, él se aleja y no los escucha. Termina su evento y “ahora sí que yo me voy. Mi vida es trabajo, grupo y casa”, dice mientras ríe por lo irónico que resulta trabajar y mantenerse sobrio en el mismo ambiente que le propició las drogas hace algunos años.

Además, cuenta que diariamente Dios le da fuerza, y entonces es así como “todos los días le hago ‘solo por hoy, solo por hoy, solo por hoy’”, cuenta con una risa tímida, como si hubiera revelado su truco. Él dice que no es tan espiritual como puede llegar a sonar, pero que entregarse a Dios y “hacer su voluntad, aunque a veces uno no quiera”, es difícil, pero gratificante.

“No hay que esperar dinero (al dejar las drogas), sino el reencuentro con tus seres queridos que es lo más importante en esta vida (...), el reencuentro con tus seres queridos es lo que te ganas al dejarte de drogar”.

“El ver a mamá tranquila, el ver a papá tranquilo, el ver a mis hijos nuevamente contentos...”, eso gana cada día que no consume.

La clave está en la prevención

“Es mejor una vida sin drogas y te lo puede decir un drogadicto, un enfermo emocional te lo puede decir”, le dice Maganhola a los jóvenes que llerán su historia. El NIDA describe que las personas que se recuperan de las adicciones estarán en riesgo de recaer probablemente toda su vida, pero que investigaciones han demostrado que “combinar los medicamentos con terapias conductuales para tratar la adicción asegura la mejor posibilidad de éxito para la mayoría de los pacientes”.

Enfatiza que “los enfoques de tratamiento adaptados a la forma del uso de drogas de cada paciente y a cualquier problema médico, mental y social ocurriendo simultáneamente pueden llevar a recuperación continua”.

“Me decían en el grupo ‘si en un año no te cambia la vida, vuélvete a drogar’ y yo al principio decía ‘¡ah! Eso nomá me lo dicen para que me mantenga sobrio un año’ – dice riendo – pero yo le puedo decir a la juventud que (dejar las drogas) sí te cambia la vida, que uno... por más que estés en el fondo, eso es para todos, así haiga sido homicida, así haiga sido lo peor de la sociedad, Dios te ayuda cuando te le encomiendas a él (...) y te cambia la vida”.  

Actualmente Maganhola ha regresado a “la artisteada” – como él lo llama –; nuevamente le han abierto las puertas en la música, aunque a veces se siente perdido entre reguetoneros jóvenes. Sin embargo, está contento con su trayectoria musical porque “algo se plasmó, ‘el primer grupo de reguetón mexicano’”, dice con una sonrisa y ojos iluminados. Le enorgullece haber hecho historia en la música, y aunque “quizá no estoy allá (en los escenarios grandes), hablan de mí”, dice orgulloso.

El uso de drogas y la adicción son prevenibles. Los resultados de las investigaciones patrocinadas por el NIDA han demostrado que los programas de prevención involucrando familias, escuelas, comunidades y medios de comunicación son eficaces para prevenir o reducir el uso de drogas y la adicción.

Y aunque esto es solo la mitad del trabajo por los factores biológicos, Maganhola cuenta que previene el uso de sustancias en su hijo de 15 años, hablando con él sobre su historia y motivándolo a estudiar oficios que le apasionen. Maganhola revela que le atemoriza que su hijo caiga en las drogas “pero para eso me estoy sacrificando yo, para eso me estoy esforzando yo día con día, para que mis hijos no caigan en las drogas y ser un ejemplo (para ellos) y poder ayudarlos algún día que tengan un problema. Yo me esfuerzo por ellos”, explica.  

Nunca es tarde para comenzar una vida

La vida le tenía preparada la música, o eso es lo que le gusta creer a Alberto. Mientras descubre los planes de Dios, Maganhola tiene una misión: ayudar a las personas en agradecimiento a todas aquellas que lo han ayudado durante todo su proceso: “Hay muchas personas que no saben que hay un futuro, que no importa la edad que tengas, que la vida te cambia”.  

“¿Sabes por qué me mantengo? Porque me gusta que la gente me vea y diga ‘ah no manches, cómo cambiaste’, ‘oye, ayuda a mi hijo’, y eso a mí se satisface. No sé qué tenga Dios preparado para mí, no sé hasta dónde llegue, no sé si sea la música, no sé si sea ayudar personas, no sé... (pero) tengo que hacer la voluntad de Dios, y a veces no nos gusta hacer la voluntad de Dios”, dice riendo.

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