ASESINATO EN LERDO

Caso Brando: un crimen de policías que hizo arder municipio de Veracruz

El asesinato de Brando, de 27 años, fue la gota de derramó el vaso. Pobladores de Lerdo se levantaron contra la Policía Municipal y quemaron parte del palacio municipal por el crimen cometido presuntamente por policías municipales

El joven habría sido asesinado extrajudicialmente por policías municipales
Tragedia en Lerdo: esto se sabe sobre la muerte de Brando.El joven habría sido asesinado extrajudicialmente por policías municipalesCréditos: Víctor Toriz
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VERACRUZ, VER.- Erika y Delfino murmullan al oído de Brando la canción de cuna que le cantaban cuando era un bebé. Pero el joven de 27 años no responde, su cuerpo tiene cinco horas inerte, cubierto con una sábana blanca en el asiento de su automóvil, donde testigos sostienen que policías municipales de Lerdo de Tejada lo mataron de dos balazos la noche del 19 de enero del 2024.

La última llamada que hizo Brando de Jesús Arellano Cruz fue esa noche de viernes para pedirle ayuda a su papá. Una patrulla intentaba detenerlo sin explicar el motivo. Cuando llegó a la casa de su abuela y se estacionó, recibió dos disparos que entraron por el cristal trasero de su coche, atravesaron el asiento del piloto y lo mataron.

El asesinato de Brando encendió la mecha de un pueblo que asegura fue la gota que colmó el vaso, en una serie de abusos cometidos por elementos de la Policía Municipal de Lerdo de Tejada.

Las horas que le siguieron al asesinato de Brando Arrellano Cruz -un joven de 27 años, casado y con dos hijos- demostró la falta de Ley en este municipio ubicado en la porción sur del estado de Veracruz.

En Lerdo de Tejada, el exalcalde Hermas Cortés es juzgado por desaparición forzada luego de su detención julio del 2023; mientras que el alcalde electo, Jorge Fabián Cárdenas, fue arrestado por secuestro en diciembre de 2021, un mes antes de asumir el cargo. El primero, un político y empresario arropado por el PAN; el segundo, empresario que llegó a la alcaldía con el apoyo de Morena.

Oscuridad, olor a humo y una canción de cuna

Poco antes de la media noche del viernes 19 de enero del 2024, las calles en Lerdo de Tejada estaban desiertas, las puertas de las casas y negocios cerradas, los focos apagados. Frente al palacio municipal, entre las penumbras, se distinguían las siluetas de policías estales, que se paseaban portando sus armas por enfrente de las luces azules y rojas de las torretas de las patrullas.

Alrededor de las 22:00 horas, pobladores llegaron al palacio municipal e incendiaron el lugar para reclamar justicia por la ejecución extrajudicial de Brando. La multitud estuvo antes alrededor de la clínica del IMSS, en donde cuatro policías acusados de participar en el crimen eran atendidos por las heridas que los mismos pobladores causaron para evitar que escaparan del lugar, luego de que uno de ellos disparó varias veces al aire.

El ambiente se impregnaba con un olor a quemado. A menos de un kilómetro del palacio municipal que ardió esa noche, el humo todavía salía de dos patrullas que fueron volteadas y quemadas.

A la vuelta estaba el cuerpo de Brando en el auto. Habían pasado cinco horas desde su asesinato y su madre lo acompañaba en el asiento del copiloto. Su padre se paseaba en los costados y en algunos momentos abría la puerta para abrazarlo.

En un murmullo cantaban juntos la canción de cuna con la que lo dormían cuando era un bebé. Erika contó después que Brando se aferró a la vida cuando nació, a los siete meses, era pequeño y débil.

Después de su asesinato no hubo ningún resguardo policial en la escena del crimen. Elementos de la Policía Ministerial y peritos de la Fiscalía General del Estado (FGE) llegaron sobre las 1:30 de la mañana para llevarse el cuerpo del joven y levantar indicios que se integraron a la carpeta de investigación.

“Señor gobernador atienda el llamado de estos padres, con un dolor inmenso, el día de hoy le fue arrebatada la vida de manera impune, me lo asesinaron frente a la casa de su abuela, cómo es posible eso, ¿Qué clase de autoridades tenemos? ¿Quiénes nos están cuidando? ¿Quiénes nos están protegiendo? Señores, hay que poner atención en eso, en designar a los elementos que nos van a cuidar al pueblo, ya nadie le va devolver la vida a mi hijo, ya mi vida es distinta desde este momento”.

Persecución que no se explica

Delfino Arellano, padre de Brando, recibió la llamada de su hijo desesperado porque policías municipales lo seguían. Recuerda su voz alterada y temerosa, le dijo que llegaría a la casa de su abuela para que lo ayudaran. 

“No sé por qué me quieren llevar, a lo mejor mi error fue doblar en una calle en la que no se podía doblar, voy a la casa de mi abuelita”, fue lo que alcanzó a decirle antes de llegar hasta la calle Luis Echeverría, en donde detuvo por completo la marcha del automóvil, colocó la palanca de cambios en neutral y apagó el motor del Cirrus rojo.

Delfino se desesperó porque recordó las quejas que se escuchan en el pueblo por las detenciones injustificadas y los abusos de los policías y trató de alcanzar a Brando en una motocicleta. Cuando iba a una cuadra vio que una patrulla se ubicó detrás del auto detenido de su hijo y escuchó dos disparos.

Desde la esquina de la calle corrió para acercarse y dos policías le cerraron el paso, uno lo amenazó con un arma. La desesperación lo hizo evadir las amenazas y alcanzar el automóvil, desde donde veía a su hijo sentado en el asiento del piloto. 

“No está desmallado, nos lo mataron, está muerto”, le gritó a su esposa Erika, que desde la ventana trataba de despertar a su hijo para que le abriera la puerta. Delfino encontró dos huecos en el cristal de la parte trasera del auto, buscó las balas para que no se escondiera la evidencia, pero ya no las encontró.

Con los puños rompió el cristal de la ventana para alcanzar el cuerpo de Brando que ya no se movía, había dejado de respirar.

“Lo mataron de dos balazos, uno de ellos le pegó en la yugular, la que acabó con su vida, un joven de 27 años, padre de dos criaturas, una de siete y otra de dos años. ¿Qué cuentas les vamos a dar? ¿Qué unos asesinos disfrazados de policías me lo quitaron, me lo mataron, enfrente de la casa de su abuela?”, dice Delfino, de pie a un lado del cuerpo de su hijo, todavía dentro del auto.

Dos hijos huérfanos

Brando se había desempeñado hasta hace una semana como subgerente de una empresa cervecera instalada en Lerdo de Tejada. Era padre de dos menores, una niña de un año y nueve meses y un niño de siete años que casi siempre lo acompañaban en el asiento trasero de su auto, ese día no iban con ellos.

La última persona con la que estuvo Brando antes de ser asesinado fue su madre Erika, a quien le pidió una gorra prestada para acompañar su ropa de gimnasio, le contó que después de ir hacer ejercicio pasaría a saludar a su abuela para después llevar a su esposa a cenar con los niños.

Tenía 27 años y era el segundo hijo de tres que tuvo la familia de Erika Cruz y Delfino Arellano, un conocido maestro de Telesecundaria en el municipio de Lerdo de Tejada. Sus padres lo describen como una persona que era alegre que jamás les causó un disgusto, disciplinado y dedicado a sus hijos y matrimonio.

Vecinos, amigos, familiares y conocidos lo identificaban como un joven que se desenvolvía fácilmente, nada más bastaba saludarlo y soltar una pregunta para iniciar cualquier conversación. Además de sus padres, era muy apegado a su abuela.

Erika trata de reponerse para que su voz se escuche firme. Pide que los responsables del asesinato de su hijo sean llevados a la justicia y sentenciados por lo que hicieron. Pide también que sus nietos y su nuera reciban una compensación por la ausencia de Brando, quien era el principal proveedor de su familia.

El fuego que prendió la mecha

Erika se lanzó contra los policías después de ver a su hijo muerto. 

“Nosotros no fuimos, no le disparamos”, decían. “Cómo chingada madre no, fueron ustedes”, respondió mientras abrazaba el cuerpo de Brando.

La noticia del asesinato del joven corrió como pólvora en Lerdo de Tejada, en cuya cabecera municipal habitan poco menos de 20 mil personas. Al menos medio millar llegaron en menos de una hora al lugar donde estaba el cuerpo de Brando para evitar que los policías municipales se retiraran, antes de ser entregados a una autoridad que los presentara ante un juez.

Los gritos de dolor de Erika y Delfino no dejaban de escucharse desde el interior del auto. Los reclamos y empujones a los policías que buscaban por cualquier medio retirarse del lugar, hasta que un par de ellos empuñaron sus armas y uno disparó en varias ocasiones al aire.

Los balazos fueron la chispa que inició todo. Un grupo de personas desarmó a los policías municipales y entre los golpes otro de ellos gritaba desesperado por asistencia médica. “Pinche perro, a poco ustedes le permitieron asistencia médica al muchacho”.

Policías Estatales consiguieron que se les permitiera subir a una ambulancia a los cuatro policías municipales y evitar que fueran quemados vivos, como se escuchaban entre los gritos de las personas en el sitio.

Erika, que tiene una enfermedad cardiaca no aguantó el dolor y tuvo que ser trasladada a la Clínica del IMSS para ser estabilizada, a bordo de la ambulancia en la que estaban los mismos policías municipales que son acusados de participar en la ejecución extraoficial de su hijo.

El dolor en el pecho no le permitió recordar mucho del traslado, fue recibida por enfermeras que la llevaron en una silla de ruedas hasta el electrocardiograma para monitorear sus signos y aplicar medicación.

Fue mientras recuperaba sus fuerzas cuando escuchó el ingreso de hombres armados y al levantar la mirada notó que eran policías estatales y de la Guardia Nacional, que se abrieron paso entre una multitud que esperaba afuera del hospital la salida de los policías municipales.

“Me quité rápido lo que tenía, me paré de la silla y uno de ellos dijo que no dejaran que me parara, me alcancé a agarrar del chaleco a uno de los policías, le dije asesino, me mataste a mi hijo. Les pregunté por qué se lo llevan y así arrastrando me llevaron hasta afuera. 

“Me paré frente a la camioneta y les dije que no se lo llevaran, que eran los asesinos de mi hijo. Decían súbanla también, uno me dijo, súbase jefa, para que vaya a dar declaración. Me colgué de la puerta y así anduvieron, así se los llevaron, la Guardia Nacional vio cómo yo iba de la puerta y no hicieron nada”.

La Secretaría de Seguridad Pública informó que se desplegó un operativo en coordinación con la Guardia Nacional, para atender la situación en Lerdo de Tejada. Como resultado se logró la detención de cuatro policías municipales, acusados del homicidio de Brando Arellano Cruz, para ponerlos a disposición de la Fiscalía General del Estado.

Para Erika fue un rescate y no una detención, porque el pueblo de Lerdo de Tejada que acompañó a su familia esa noche amenazaba con lincharlos. La madre de Brando señala que lo que se buscaba es que fueran detenidos con la garantía de que se haría justicia, para que otra madre no viviera el mismo dolor.

“No se lo deseo a nadie, a ninguna madre, a ninguna hermana, a ninguna esposa, a mi hijo me lo mataron injustamente la Policía Municipal de Lerdo de Tejada. Lo único que pido es justicia, porque no quiero que otra madre viva el dolor que estoy viviendo”.

Al ingreso de la Policía Estatal al hospital del IMSS para llevarse detenidos a los policías municipales de Lerdo de Tejada, le siguió el reclamo de pobladores que se trasladaron al Palacio Municipal para incendiarlo y después a quemar dos patrullas, sin ninguna autoridad que lo evitara.

mb