En los últimos meses hemos sido testigos de una peligrosa reinterpretación de un concepto que nació para proteger a las mujeres en el ejercicio del poder, hablo de la violencia política de género. Esta figura legal, legitimada en el marco de una deuda histórica con las mujeres que han sido víctimas de exclusión, acoso, agresiones e incluso asesinatos por atreverse a ocupar espacios públicos, está siendo utilizada de forma distorsionada para frenar críticas periodísticas incómodas, disfrazando de defensa lo que en realidad es un intento de censura.
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Originalmente, la violencia política de género se pensó para sancionar prácticas como el impedimento para registrar candidaturas, las campañas de desprestigio basadas en estereotipos de género o las amenazas explícitas a funcionarias por el simple hecho de ser mujeres; no se trataba de blindarlas del escrutinio, sino de protegerlas de la violencia sistemática que históricamente ha limitado su participación real en la política. Hoy, sin embargo, algunos casos recientes demuestran cómo esta figura está siendo usada para callar a periodistas que, desde su labor informativa y crítica, cuestionan el actuar de ciertas representantes populares.
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Bajo el argumento de que una crítica en redes sociales o una opinión en medios constituye una "agresión por razón de género", se ha abierto una puerta peligrosa hacia la judicialización de la libertad de expresión. Se instala entonces una paradoja alarmante: mujeres con poder utilizan un recurso creado para equilibrar la balanza frente al poder, como mecanismo para acallar a periodistas mujeres u hombre que ejercen su libertad de informar, con esto, claro que no se protege así a la figura pública, se vulnera el derecho ciudadano a saber.
En este contexto, es acertada y oportuna la declaración de la presidenta Claudia Sheinbaum al calificar como "exceso" la exigencia de las 30 disculpas públicas (una diaria) que una periodista tuvo que ofrecer a la diputada Diana Barreras por una publicación crítica. “El poder es humildad, no soberbia”, dijo Sheinbaum con contundencia, marcando un límite saludable entre el respeto y la sumisión. Porque ejercer un cargo no convierte a nadie en intocable, y confundir la crítica con violencia de género no solo tergiversa el concepto, sino que banaliza los casos verdaderamente graves que enfrentan muchas servidoras públicas en el país.
Haciendo zoom… La violencia política de género existe, y su combate es necesario, pero trivializarla mediante usos convenientes solo debilita su fuerza jurídica y moral. La protección de las mujeres en la política no debe ser una excusa para censurar a la prensa, al contrario, debe acompañarse de una comprensión madura de que el poder también implica estar expuesto a la crítica, y que no toda crítica nace del odio, el machismo o la violencia, a veces, simplemente, nace del derecho a no estar de acuerdo con todo.
vtr
