COLUMNA

Que la justicia no juzgue. Una justicia imparcial e igualitaria

Los Ojos de Temis

Créditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

Temis se quita la venda, no para perder la imparcialidad, sino para no volverse indiferente. Porque ser imparcial no es ignorar el contexto; es mirar con profundidad, escuchar sin prejuicios y tratar con respeto a todas las personas por igual, sin importar su condición económica, su acento, su género, su identidad o su origen.

En mi camino por Veracruz, en esta etapa como candidata a jueza de distrito, he escuchado decenas de historias que se parecen entre sí. Historias de personas que al llegar a una oficina pública, a un juzgado o a una institución, sienten que antes de ser escuchadas, ya fueron juzgadas. Historias de hombres y mujeres que han sido descalificados por su forma de hablar, por su color de piel, por cómo visten o por no saber utilizar el lenguaje del derecho.

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Y eso no es justicia.

La justicia no puede seguir siendo un espacio donde las personas tengan que demostrar que “merecen” ser tratadas con dignidad. No puede ser un terreno donde los tecnicismos, los prejuicios y la burocracia pesen más que la empatía, la escucha y el respeto.

La verdadera imparcialidad se construye a partir del trato humano, de la escucha activa, de la comprensión de que cada persona tiene una historia distinta, una batalla distinta. Trato igualitario no es tratar igual a todos, sino tratar a cada quien con el respeto que merece, reconociendo que hay quienes han sido históricamente excluidos, silenciados o marginados.

No hay justicia cuando alguien es desatendido por hablar una lengua indígena.
No hay justicia cuando alguien es invisibilizado por su forma de vestir.
No hay justicia cuando una mujer es cuestionada por denunciar.
No hay justicia cuando un migrante es tratado como sospechoso solo por cruzar una frontera.

La justicia imparcial que defiendo no es una justicia fría, de escritorio o de frases hechas. Es una justicia que baja la mirada al pueblo, que se sienta frente a quien ha esperado horas con un expediente en la mano y lo escucha con seriedad. Es una justicia que no se deja llevar por el prejuicio ni por la apariencia.


Porque quien acude a un tribunal no está buscando simpatía, está exigiendo un derecho. Está pidiendo ser tratado como lo que es: una persona con dignidad.

Si tengo el honor de ser jueza de distrito en Veracruz, en mi juzgado todas las personas serán tratadas con respeto. No importará su ropa ni su apellido. Importará su voz. Importará su historia. Importará su derecho.

La toga no me hará olvidar mis principios. Al contrario: me compromete más.

Hoy, Temis abre los ojos y reafirma que la imparcialidad no significa cerrar el corazón. Que juzgar sin prejuicio es también mirar sin arrogancia. Que la justicia tiene que reconocer la dignidad de cada persona que entra a una sala, sin importar su origen ni su condición.

Porque nadie debe sentirse pequeño frente a la justicia.
Porque el respeto no se condiciona: se garantiza.
Y porque la verdadera transformación de la justicia empieza, también, por cómo miramos a quienes nos piden que los escuchemos.

lm