OPINIÓN

Que ser valiente no salga tan caro

Los Ojos de Temis

Créditos: LSR Veracruz
Escrito en VERACRUZ el

"Que ser cobarde no valga la pena,
que ser valiente no salga tan caro."
— Joaquín Sabina

Temis no calla: escucha.
Escucha antes de juzgar, y habla solo cuando la verdad ha encontrado su forma.
Su silencio no es ausencia, sino contención; no es miedo, sino templanza.
Pero no todo silencio es justo. Hay silencios que se firman con miedo, silencios que encubren lo que debería denunciarse.
Esos, los que nacen del temor o de la conveniencia, no pertenecen a Temis. Le son ajenos.

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Vivimos tiempos en que el silencio se ha vuelto costumbre.
Callar lo injusto, lo indebido, lo violento, se considera sensatez. Nos han enseñado que es mejor no meterse, no opinar, no arriesgar. Y así, poco a poco, la cobardía se ha disfrazado de prudencia, y el miedo de madurez.

Pero hay quienes, de pronto, deciden romper ese pacto tácito. Pronuncian la palabra prohibida, hacen la denuncia incómoda, levantan la mirada donde otros bajan los ojos.
Y cuando eso ocurre, el sistema tiembla, porque recuerda que la justicia nace precisamente ahí: en el instante en que alguien decide hablar.

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Hace unos días, en una plaza iluminada por velas, un hombre eligió no callar.
No tenía el rostro de un héroe ni la voz de un mártir; tenía la dignidad serena de quien cree que la decencia aún puede ser política.
Su muerte nos devolvió la pregunta más incómoda:
¿en qué momento nos convencimos de que ser valiente debía costar tan caro?

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El miedo es un instinto legítimo. Lo injustificable es convertirlo en principio de convivencia.
El silencio prolongado de una sociedad que teme hablar termina construyendo su propia cárcel. Y ahí, la justicia se vuelve muda, ciega no por imparcialidad, sino por abandono.

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Romper el pacto del silencio no significa gritar. Significa recuperar la voz de la conciencia, esa que no busca escándalo sino coherencia.
Significa mirar al otro y reconocer que callar también puede ser una forma de traición.

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Desde Los Ojos de Temis miro esta realidad con el alma dividida:
por un lado, la comprensión humana del miedo; por otro, la certeza de que sin la palabra justa, la justicia se extingue.
Porque cuando el valor se convierte en excepción, el derecho deja de ser esperanza para convertirse en supervivencia.

Y la justicia no puede ser un acto heroico.
Debe ser, sencillamente, la manera natural de habitar el mundo.

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Que ser cobarde no valga la pena, dice Sabina.
Yo agregaría: que callar no vuelva a ser lo razonable.
Que la prudencia no se confunda con la renuncia.
Que ser valiente no signifique morir, sino vivir con la paz de quien fue fiel a la verdad, aunque doliera.

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Romper el pacto del silencio no debería costar la vida.
Debería devolvernos la voz que hace posible la justicia.

lm