“Me quiero libre y sin miedo”, se coreó en la marcha del 8M hasta que la garganta se cansó. De norte a sur y de mañana a anoche, las calles atestiguaron la valentía y la rabia de las mujeres que, a través de la compañía y de las consignas, fueron refugio para otras mujeres entre abrazos y rosas, recordando que, efectivamente, no están solas.

El sol capitalino se escondió cerca de las siete de la noche y en las calles del centro histórico las mujeres en la plancha del zócalo protegían sus rostros de los gases, mientras que en la calle Madero, otras aliadas caminaban a paso lento de regreso a sus hogares. Con suerte, la estación más cercana del metro o metrobús las acercaría a su destino. 

En Hidalgo, la línea azul del metro, amigas y compañeras se despiden para tomar caminos separados, en las calles ya no se siente la seguridad que se respiraba horas antes, ahora, todo ha vuelto a la normalidad y con ello, el temor, la alerta de mirar a los lados y convertir en una victoria el llegar a casa a salvo.

Vagones morados 

El vagón exclusivo para mujeres está lleno de paliacates morados, en las muñecas, las mujeres traen listones con sus nombres y un número de teléfono. Todo se alcanza a divisar cuando los brazos de las pasajeras se levantan para sostenerse de los tubos. 

Sentadas, Dani y su compañera platican del cansancio, del calor sofocante que se vivió por la tarde. Los hombros duelen y las piernas tambalean, ¿cuántos kilómetros caminaron?, tal vez, 3 o 4, quizás más. 

En su cartel se lee: “Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el medio”, junto a ella, su compañera trae dos mascadas, una morado al cuello y otra verde en la muñeca. Se despiden en la estación Normal y el camino para regresar a casa a penas comienza. La inseguridad acecha al interior de las instalaciones y, en este escenario, es imposible no cuestionarse si continúa siendo seguro portar algún distintivo de la lucha feminista, algunas mujeres guardan en sus mochilas sus carteles y quitan su paliacate morado de sus brazos. 

“Avísame cuando llegues a tu casa o mándame tu ubicación, por favor”, le grita Dani a su compañera quien asienta con la cabeza y sale del vagón.

En entrevista para La Cadera de Eva, Alejandra Robles, internacionalista con maestría en estudios de paz y de conflicto y especialista en derechos humanos, explica que con la reciente implementación de la Guardia Nacional en el metro de la Ciudad de México, este espacio ha dejado en vulnerabilidad a las mujeres que participan en las manifestaciones; una criminalización del movimiento feminista.

“Imagina las mujeres que se preparan para el 8M, que vienen en grupos en el metro y que llegan a Revolución vestidas de negro y que desde ahí, estos elementos comiencen a monitorear y observar a estas chicas que simplemente, vienen con elementos morados y verdes, entonces, ¿empezarán a contener desde ahí?, incluso, me arriesgo a decir que, a privarlas de su propia libertad, son cuerpos que están instruidos a reaccionar y no a prevenir desde una lógica de negociación”, explica la especialista. Del grito que se pegó con fuerza en las calles, las mujeres toman el metro, taxi y camiones para recordar la realidad aplastante de (sobre)vivir a un país atravesado por la violencia, el acoso y el feminicidio. 

De acuerdo a información de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estrategia y Geografía, en México, el 69.9% de las mujeres siente inseguridad en los espacios públicos, siendo principalmente, los siguientes lugares los que generan mayor desconfianza y temor para las mujeres mexicanas:

  • Transporte público: 7 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.
  • Banco: 6 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.
  • Calle: 6 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.
  • Carretera: 5 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.
  • Parques, mercados, centro comercial: 5 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.
  • Trabajo: 3 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.
  • Casa: 2 de cada 10 mujeres se sienten inseguras.

La inseguridad no sólo se percibe, se vive. Es así que las 90 mil asistentes de la marcha del 8M comenzaron a disiparse y perderse entre las calles de la masiva Ciudad de México; algunas, rumbo al sur, zona centro y miles más, hacia la periferia. La manifestación se terminó y el momento de regresar a casa temerosas inició. ¿Aún se cree que las mujeres exageran cuando exigen piden vivir sin miedo?