Es 1995 al sur de la Ciudad de México, Verónica quien es ahora enfermera recuerda su infancia que transcurrió con normalidad dentro de un hogar de clase baja; un padre obrero y una madre ama de casa quien era el pilar de su crianza. Verónica hace remembranza de una adolescencia (y la de sus seis hermanas) que se vio atravesada por una menstruación cargada de tabú, miedo, precariedad y desinformación. 

“A mi madre no le gustaba hablar de ello y cuando inició mi menstruación sólo me decía que buscara retazos de tela (…) algunas veces era mezclilla y si teníamos suerte, alguna playera con algodón” 

Las toallas sanitarias eran consideradas un lujo dentro de casa y aunado a esto, las seis hermanas que oscilaban los 15 y 9 años desconocían en su totalidad la menstruación; la vergüenza las acechaba. 

Cuando Verónica cumplió 18 años logró comprar sus primeras toallas sanitarias para ella y sus hermanas menores, el ausentismo escolar, el miedo, el uniforme manchado son algunas de las frases que más repite Verónica al momento de recordar los inicios de su menstruación

“Era algo muy hermético, mi madre no quería que le dijéramos nada y si le decíamos se mostraba claramente molesta e incómoda, nadie nos explicaba nada, nosotras no preguntábamos (…) era o comprar toallas o comer” 

La menstruación digna es un derecho humano prioritario

Millones de personas menstruantes viven pobreza menstrual; trapos, periódicos, aserrín o papel son las herramientas de las que hacen uso durante su periodo. Las toallas, tampones o copas son inaccesibles y como indica EFE, esta situación empeora cuando se estigmatiza a estas personas derivado de su falta de educación, ampliando la brecha de género. 

El discurso de la menstruación ha sido encerrado dentro de la esfera de lo privado; una mancha de menstruación es una señal de suciedad, descuido y vergüenza. La menstruación es despojada de su naturaleza para convertirse en una situación a la que todas las personas menstruantes debemos sentir pudor y convertirnos en maestros de la discreción; impensable que alguien conozca que te encuentras menstruando.

Elda Luisa Zenteno, colaboradora en el Centro de Investigación y Docencia Económica señala que existe una necesidad urgente de sacar de lo privado nuestra menstruación y aprender a mirarla como una responsabilidad estatal, pues va más allá de un “asunto de mujeres”, las deficiencias estructurales han permeado en nuestra salud y obstaculizado una menstruación digna

“La pobreza menstrual de recursos materiales e inmateriales (privacidad e información) para gestionar la menstruación es una deficiencia estructural”

Un paso hacia adelante y dos hacia atrás: las leyes en México

Este 2022 el Senado de la República festejaría el logro de eliminar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) sobre los “productos de higiene menstrual”, a la par, la CNDH señalaba que esa decisión se convertía en un avance legislativo histórico en el reconocimiento a los derechos humanos. 

Se había eliminado este impuesto en toallas, copas menstruales y tampones… junto con la comida para perros. Asimismo, en el Pleno se definió a la menstruación como un proceso natural del género femenino: “mujeres de condición biológica y natural del género femenino” se lee en el comunicado del Senado, una obstaculización directa en el reconocimiento de las personas menstruantes y una limitante que arraiga a la mujer al papel de ser menstrual. 

Con esta ley, se contempla un aproximado de hasta nueve pesos menos en un paquete de toallas sanitarias de 32 piezas. 

Sobre esta línea, Elda Luisa explica en “La menstruación en México es una realidad ignorada” que se trata de un motivo de indignación que para el estado mexicano, los productos de gestión menstrual sean consideradas un lujo, recibiendo el mismo tratamiento fiscal que un vino, comida para perros u otros productos.

Existe una necesidad imperante de reconocer que las toallas sanitarias, tampones o copas, son una necesidad básica que debe ser accesible para todas y todxs. La modificación y el aplauso a la ley que eliminó el IVA duró relativamente poco, pues a la par, se impulsó en CDMX la Ley de Residuos Sólidos que representa la eliminación de tampones con aplicador. 

La agenda ambientalista, se vio a atravesada por un vacío enorme que no fue contemplado en la Ley de Residuos Sólidos: la perspectiva de género y de clase. 

¿Qué ocurre con las mujeres que no pueden acceder a una copa menstrual?, ¿qué ocurre con las personas que no cuentan ni siquiera con agua, jabón, información o tiempo para dar tratamiento a su copa?, al respecto, todas las menstruaciones se viven de una manera diferente. Elda Luisa del CIDE indica que estos desconocimientos dejan sobre la mesa una necesidad de aprender a consolidar las agendas políticas de una manera que no fomente la exclusión ni la vulneración de otros derechos. 

La dificultad para acceder a productos de gestión menstrual no radica únicamente en abaratar los productos, pues sobre esta problemática convergen distintos puntos que atraviesan desde la desinformación hasta la brecha salarial,  la senadora Tania Guadalupe Martínez explica que no contar con una menstruación también se relaciona directa con nuestras relaciones sociales y económicas. 

“El 42% de las mujeres en México viven en pobreza, esto aunado a que de manera sistemática los hombres ganan más que las mujeres siendo las personas menstruantes el sector más empobrecido, pues gastan 2,5 veces más en productos de gestión menstrual esto, sin tomar a consideración otros medicamentos o servicios”, puntualizó para el medio Noticias ONU. 

Estadísticas, números, certezas, sondeos, información oficial… inexistente

Al intentar buscar algunos datos duros relacionados a las personas menstruantes y las condiciones en las que se encuentran, nos enfrentamos a un vacío de información que dificulta el tener un panorama certero sobre lo que acontece en nuestro país; el dato generalizado que se nos ofrece sobre las mujeres (que se asume, menstrúan) es sólo una parte minúscula de todas las realidades y vivencias menstruales, especialmente, en personas en situaciones vulnerables y de marginalidad. 

A finales de 2019 la asociación civil Techo presentó un amparo (635/2019)) en contra del Instituto Nacional de Estadística y Geografía por la falta de información relacionado a las personas en situación de marginalidad, asentamientos informales, salud menstrual. 

“Es necesaria la emisión de la información estadística en la forma desagregada o segmentada (..), con base en la misma, sea posible que las evaluaciones de resultados de los estudios de medición de la pobreza, doten de los elementos necesarios para abatir esas condiciones (…)a partir de ello, se elaboren planes y programas que tiendan a mejorar las condiciones de vida de los habitantes”, se lee en el Amparo en revisión, publicado por la Gaceta del Semanario Judicial de la Federación.

A raíz de esto, el Centro de Investigación y Docencia Económicas ha condenado que las principales instituciones de medición estadística no atiendan de manera prioritaria las necesidades de las personas menstruantes y con ello, obstaculizan la creación de programas públicos que contemplen en su totalidad a mujeres, niñas, personas no binarias y hombres transgénero. 

“Para seguir avanzando los derechos menstruales, así como poder monitorear el progreso del gobierno en los éxitos conquistados, es imperante exigir la generación de información estadística precisa. Nunca olvidar que la exclusión de datos es una exclusión de la realidad”, concluye Elda Luisa Zenteno Morales en “La menstruación en México es una realidad ignorada: sobre la necesidad de información estadística para avanzar la justicia menstrual”

Una luz en el vacío

En octubre de este año, se llevó a cabo por primera vez la primer Encuesta Nacional de Gestión Menstrual (ENGM) a través de la organización civil Menstruación Digna, UNICEF y una empresa sueca (Essity), que en conjunto, lograron un primer acercamiento a la información menstrual de nuestro país.  

La ENGM reconoció que diariamente en nuestro país, mujeres, niñas, adolescentes y personas menstruantes se enfrentan a problemáticas sociales, económicas y estigmatizantes que les dificulta tener una menstruación digna

Verónica recuerda a sus compañeras de secundaria en aquellos años, la menstruación se hablaba en voz baja y al oído y en las aulas, el máximo esfuerzo de su maestro era pedirle a las adolescentes que se fueran a casa cuando sus faldas se ensuciaban. 

“No sé si mis compañeras utilizaban toallas, en realidad, evitábamos hablarlo o mejor, faltábamos a clase (…) la primera vez que aprendí sobre mi cuerpo, mi menstruación y mi vulva fue cuando estudié enfermería, antes de eso, no sabía qué ocurría, ahora si que actuábamos (ella y sus hermanas) por instinto; la reacción de todos nos indicaba que era algo que nos debía dar vergüenza”, narra Verónica. 

Durante la conferencia de la ENGM se retomó la participación de niñas y adolescentes que señalaron, no se trataba de masificar una información poco entendible para las infancias y repartirla en las aulas, sino de generar datos que apelen a la empatía, sirva de orientación y acompañamiento a los niñxs y por supuesto, incluya al género masculino en su totalidad, pues la desinformación origina que existan violencias, burlas y señalamientos estigmatizantes entorno a la menstruación de sus compañerxs.

Por otra parte, Melissa Guerra, integrante de la organización civil Menstruación Digna México señaló que las instituciones educativas no proporcionan conocimientos lo que fomenta que la menstruación continue siendo un tema de tabú y vergüenza.

Asimismo, se dio a conocer a través de esta encuesta que el 30% de las personas encuestadas en el estudio, no pudo acceder a toallas sanitarias desechables, mientras que el 14,7% renunció a algún bien o servicio básico para poder comprar productos de gestión menstrual. A la par, no todxs tienen acceso a un baño limpio y papel higiénico, en promedio un 30% de las personas menstruantes reconocieron no contar con la infraestructura adecuada para una gestión sanitaria de su menstruación en escuelas, trabajos o fuera del hogar

Finalmente, sobre la línea de la educación la ENGM arrojó que 8 de cada 10 mujeres en nuestro país desconocen o conocen muy poco relacionado a su menarca, mientras que 7 de cada 10 reconocieron haber sido orientadas e informadas a través de sus madres quienes compartieron sus conocimientos, en su mayoría, escasos; las mujeres aprendemos de nuestras madres y se convierte en la replica de aprendizajes generacionales. 

La vivencia de Verónica data de hace casi 30 años, suponiendo que se trató de una realidad lejana que ha cambiado con el paso de los años y que en nuestros días no se replica; que la vergüenza de la menstruación ya no existe, que la información es accesible, que todxs somos capaces de identificar cómo funciona nuestro cuerpo, que una toalla menstrual ya no es un privilegio, que las niñas ya no buscan retazos de tela y periódicos, que ya no faltan a sus clases y que nuestra sangre menstrual ya no es señal de suciedad. La sociedad es cambiante, ¿por qué nuestra menstruación continúa estancada aquí?, tres décadas más tarde la realidad es la misma para millones de personas menstruantes en nuestro país, ¿deberemos esperar otros treinta años más para vivir un cambio que reconozca a la menstruación digna como prioridad?