El cuidado se ha convertido en tema central para la discusión sobre las limitaciones de un sistema económico que profundiza las desigualdades. El pensamiento feminista ha mostrado el enorme potencial de la perspectiva del cuidado que, al incorporar elementos y categorías como el género, la pertenencia étnica, la condición de salud, discapacidad y la edad, abonan a la explicación de las limitaciones de nuestro sistema para garantizar la sostenibilidad de la vida. Los imaginarios tradicionales basados en conceptos normativos binarios como hombre/mujer y dicotómicos como dependencia/independencia, salud/enfermedad, producción/reproducción, público/privado, entre muchos han sido cuestionados por el pensamiento feminista, la Salud Colectiva y la Gerontología crítica, pues afectan la organización social del cuidado.

Un postulado que rompe con estas miradas tradicionales es el que se refiere a que las personas requerimos y proveemos cuidados a lo largo de nuestro curso de vida y no únicamente en etapas como la infancia o la vejez. La vulnerabilidad es una parte fundamental de nuestra experiencia humana (Pérez Orozco y López Gil, 2011) y, por lo tanto, somos interdependientes en tanto personas y como colectivos.

Sin embargo, prevalecen ideas que nos hacen pensar que hay grupos humanos que siempre requerirán cuidados o que los requieren más que los demás, pues se les asume como dependientes, como carga social, en ocasiones como personas sin autonomía, todo esto muchas veces vinculado a la edad. Estas ideas se fundamentan en prejuicios y estereotipos que generan rechazo, marginación, exclusión y discriminación en los espacios individual, familiar, comunitario y en la sociedad en su conjunto.

La edad como categoría de desigualdad

La edad es una categoría que genera desigualdades sociales, pues produce relaciones inequitativas de poder que se traducen en situaciones de dominación y opresión. A partir de ella, se han construido conceptos como la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez, que traen consigo una serie de representaciones sociales basadas en un reduccionismo de la complejidad de los seres humanos a unas pocas características. Esto se llama edadización, es decir, centrar la atención en “todas aquellas diferencias físicas, sexuales, sociales, culturales y conductuales que se identifican como exclusivas de un grupo etario y que construyen un criterio de diferenciación" (Martínez-Maldonado y Vivaldo-Martínez, 2021, p. 395). La edadización produce prejuicios y estereotipos que afectan la manera en la que percibimos, sentimos y actuamos respecto a otros grupos etarios y que se manifiesta de manera muy clara en nuestros discursos: “los adolescentes son rebeldes”, “los niños y las niñas inventan cosas o no entienden”, “las personas viejas están enfermas, son necias, dependientes o ya no pueden hacer las cosas por sí mismas”.

La edadización se materializa en la construcción de jerarquías de superioridad e inferioridad de un grupo etario respecto a otro. A los jóvenes les son asignadas características positivas y relevantes para la reproducción del sistema capitalista como son la productividad, el poder, la salud y la belleza, mientras que, a las infancias y a las vejeces se les atribuyen las relacionadas con la ignorancia (ya sea por falta de experiencia o porque sus conocimientos han sido superados), la debilidad, la fragilidad, la fealdad y la improductividad. Estas jerarquías producen un fenómeno llamado edadismo, que se refiere a la marginación, exclusión, negación, desagrado, maltrato e invisibilización hacia las personas en razón de la edad.

Las personas cuidan (sin importar la edad)

Si bien es cierto que las infancias y las vejeces concentran una buena parte de las necesidades de cuidado, también es cierto que estos grupos proveen cuidados a otras personas. De acuerdo con datos de INEGI (2020), las infancias de entre 5 y 11 años dedican en promedio 5.3 horas a la semana a la realización de actividades de cuidado (5.5 horas las niñas y 5.1 horas los niños). Por otro lado, datos del 2014 muestran que, en México, las mujeres de 65 años y más dedicaban 24.2 horas a la semana al cuidado de miembros del hogar u otros hogares, mientras que los hombres de este grupo etario dedicaban 20.3 horas (Bidegain y Calderón, 2018). Como podemos observar, el tiempo dedicado a los cuidados de estos grupos está relacionado con el género, pero existen otras condiciones como el nivel de ingresos, el territorio, la pertenencia étnica, el acceso a la educación y los arreglos familiares, inciden en la intensidad del trabajo de cuidados que realizan.

Ante esta realidad es necesario cuestionar prejuicios y estereotipos sobre la edad, pues la visión hegemónica que sitúa a las infancias y vejeces como grupos dependientes, desdibuja su papel social y sus aportes a la sostenibilidad de la vida. Además, impide reconocer las diversas realidades, necesidades y problemáticas que experimentan a lo largo de sus trayectorias de vida y de cuidado. Considerar a la edad como una categoría de desigualdad, permite cuestionar la actual organización social del cuidado que estigmatiza a quienes lo quieren e invisibiliza a quienes lo proveen.

Marissa Vivaldo-Martínez

Es licenciada en Relaciones Internacionales por la FCPyS de la UNAM, cuenta con estudios de doctorado en Ciencias en Salud Colectiva y es especialista en Políticas de Cuidado con Perspectiva de Género por CLACSO. Es profesora de asignatura adscrita a la Licenciatura en Desarrollo Comunitario para el Envejecimiento de la FES Zaragoza, UNAM y miembro del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez de la UNAM. Además, participa en el Seminario de investigación “Sociología Política de los Cuidados” del Instituto Mora.

Las opiniones vertidas en él son responsabilidad de su autora y no reflejan el punto de vista del Instituto Mora ni de La cadera de Eva.

Referencias

Bidegain, N y Calderón, C. (2018). Los cuidados en América Latina y el Caribe. Textos seleccionados 2007 y 2018. Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

INEGI (2020). Banco de indicadores. https://www.inegi.org.mx/app/indicadores/?p=8&ag=00#tabMCcollapse-Indicadores

Martínez-Maldonado, M. y Vivaldo-Martínez, M. (2021). Las nuevas caras del viejismo ante la pandemia. Una mirada desde las epistemologías del sur. En: Montes de Oca, V. y Vivaldo-Martínez, M. Las personas mayores ante la COVID-19. Perspectivas interdisciplinarias sobre envejecimiento y vejez. UNAM, 384-415.

Pérez Orozco, A. y López Gil, S. (2011). Desigualdades a flor de piel: cadenas globales de cuidados. Concreciones en el empleo de hogar y políticas públicas. Madrid: ONU Mujeres.