OPINIÓN

Las rémoras del campeón

Esta semana, otro grande del boxeo mexicano, Pipino Cuevas, deja la dirección del Instituto Hidalguense del Deporte para asumir otra responsabilidad en la administración estatal I Omar Pérez Díaz

Rubén “El Púas” Olivares fue un campeón fantástico e ídolo sin igual para el pueblo de México.Créditos: La Silla Rota Hidalgo
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Rubén “El Púas” Olivares fue un campeón fantástico e ídolo sin igual para el pueblo de México. Los conocedores avalan su categoría: aplicó más de 50 nocauts en su paso por los cuadriláteros; considerado el mejor peso Gallo de la historia, cuenta con su nicho en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo que se localiza en Canastota, Nueva York.

Desde niño trabajó en la tortillería de su mamá y hacía combustibles de papel periódico para ahorrar y pagar los entrenamientos en el gimnasio del legendario manager el “Cuyo” Hernández. Debutó a los 17 años.

La década de los 70’s registró sus mayores hazañas, consagrándose con el título mundial y el peleador más taquillero en Los Ángeles, California, cuando Las Vegas todavía no descubría este negocio.

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El Púas” aguantó de todo menos los trancazos de la popularidad. Rubén creció en la popular colonia Bondojito, cerca de Tepito; con el éxito, naturalmente llegó la palomilla de cuates del barrio y aprovechados que se le pegaban.

Y Rubén, que era carismático y poco pensaba en cuidar el dinero, fue una presa fácil. Oye “mano”, le pidió a su representante alguna vez, ahora que vamos a pelear en Los Ángeles, quiero que le saques una visa y le compres su boleto al “Flaco”.

El agente no conocía al susodicho, por eso preguntó “¿y ese quién es o que hace?”.

La respuesta del campeón lo desarmó: Es un cuate del barrio pero pobrecito… ¡no conoce Los Ángeles!

La sencillez Olivares, combinada con sus triunfos, le merecieron el cariño de la gente hasta los años 80’s cuando vino el declive, apresurada por su gusto al alcohol, a las fiestas, a la vida de noche.

Ya sin victorias, el dinero se hizo humo, lo mismo que esa comitiva de “amigos” que abusa de la figura. Una historia de nunca acabar.

Esta semana, otro grande del boxeo mexicano, Pipino Cuevas, deja la dirección del Instituto Hidalguense del Deporte para asumir otra responsabilidad en la administración estatal. Los resultados que deja son magros.

La idea no era mala pero su círculo cercano resultó un desastre. Las órdenes las daba su hijo, Iván Cuevas, quien solo se apartaba para no salir en las fotos.

Juan Gabriel Medina, un mexiquense que se dice “ingeniero” y subdirector de la dependencia, cargo que ni existe, era encargado de reunirse son los proveedores para pedirles cooperación.

Julio Guerrero, otro púgil en retiro, fue nombrado director de Relaciones Públicas a sus 77 años de edad, aunque le ganaba el sueño en las oficinas.

A ellos se suman dos sobrinas: Olga Lidia Valdez Cuevas, en la subdirección de finanzas, y Angélica Naranjo Cuevas, en el área de Equidad.

El colmo: a control remoto, ocultándose como asesor de los Cuevas, José López, quien logró heredar la estructura administrativa del Inhide a este gobierno morenista. Personal del anterior director administrativo nunca fue removido de los puestos claves.

Estos personajes, atentos a sus intereses más que cuidar al campeón, noquearon cualquier posibilidad para un buen trabajo de Pipino Cuevas.

Remate

En las próximas horas se anunciará a la sucesora o sucesor de Pipino en la dirección general del Inhide. Hay hidalguenses con el perfil adecuado para hacer una mejor labor.

#CrónicasDeDeporte | Omar Pérez Díaz, columnista LSR Hidalgo. Twitter: @omarpdiaz