LO MÁS VIRAL

La leyenda del estudiante de la UAEH que desapareció en los túneles de San Francisco

El joven, estudiante de preparatoria, se aventuró con unos compañeros a una red de túneles secretos, pero no dio ni 20 pasos y ya no se supo más de él

La leyenda ocurrió en 1925, en el Instituto Científico Literario del Estado, antes de la formación de la UAEH.Créditos: Imagen ilustrativa / Collage de especiales
Escrito en HIDALGO el

PACHUCA.- La Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) guarda muchos secretos entre sus edificios y uno de esos enigmáticos inmuebles es el que se encuentra en la calle Abasolo, donde aquellos que aún tomaron clases hace años se enteraron de la leyenda de un estudiante que desapareció entre los túneles que llevan al ex convento de San Francisco, por lo que te invitamos a quedarte en este texto para que igual lo sepas.

Fue el cronista de la ciudad de Pachuca Juan Manuel Meneses Llaguno el encargado de reconstruir la narrativa con base en registros hemerográficos de periódicos muy antiguos, específicamente del año 1925, cuando ese plantel en el número 600 ni por asomo era la UAEH, sino que antes de esa transformación recibió el nombre de Instituto Científico Literario del Estado que impartía secundaria y bachillerato.

La Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo guarda muchos secretos / Crédito: especial

De acuerdo con la leyenda, todo comenzó semanas antes del martes 8 de diciembre, con el estudiante Fermín, como así lo nombro el experto historiador para guardar su identidad y no perturbar su memoria que ha de vagar por los túneles, como protagonista, aunque de ese joven de preparatoria, solo se describió que llevaba buenas calificaciones, aunque no sobresalientes, pues del resto no se sabe mucho, ya que era muy decreto con sus compañeros.

Aunque no así con dos, con quienes acostumbraba fumar cigarros, la mayoría robados de su padre desde temprana edad y por lo que le agarró el gusto a la nicotina, y entre los tres solían frecuentar misceláneas, cafés y neverías en los alrededores del Instituto Científico Literario del Estado, aunque igual tenían curia por buscar lugares lo mayormente secretos posible, pues les gustaba estar lejos del bullicio y no ser interrumpidos.

La leyenda ocurrió en 1925, en el Instituto Científico Literario del Estado / Crédito: especial

Un secreto que le llegó por casualidad, pero que se lo llevó a la tumba

La vida de Fermín, junto a sus dos amigos, era sencilla, pues solo se dedicaban a estudiar y fumar en ratos libres, e incluso, quien sabe, se saltaban las clases, adicción que como fue dicho líneas arriba, los llevaba a encontrar lugares apacibles para sus amenas pláticas y así encontraron un increíble escondite que frecuentaban mucho y se había vuelto el favorito en recientes fechas para estar por horas.

De acuerdo con la leyenda, todo comenzó semanas antes del martes 8 de diciembre de 1925 / Crédito: especial

Lo habían llamado el “recoveco del Lumbiere”, en alusión al lugar donde estaba localizado, entre el muro de la calle Doria y los contrafuertes del antiguo templo de Guadalupe, que en 1925 recién había sido convertido en el salón de actos Baltasar Muñoz Lumbiere que perdura hasta los tiempos de la UAEH. Aunque el hueco era reducido, el grupo de amigos lo encontraba confortable y lo que les gustaba es que estaba alejado de todo.

Aunque, a diferencia de lo que Fermín y sus dos amigos creían, no era tan secreto y lo supieron cuando un día llegó hasta ellos uno de los alumnos de preparatoria del Instituto Científico Literario del Estado, llamado Román, aunque no fue bien recibido y la charla que se trataba de formar era muy cortante, hasta que el joven que deshizo la apacible tripleta soltó un secreto que le llegó al protagonista de la leyenda e hizo eco.

El estudiante Fermín descubrió un túnel a lado de un salón de actos / Crédito: especial

 

“Ya saben ustedes que esa puerta conduce a un túnel que se comunica con el ex convento de San Francisco”, dijo Román, mientras señalaba un hueco flanqueado por grandes piedras, aunque clausurado con una reja; “¿Quién te lo dijo?”, preguntó Fermín muy serio y molesto, a lo que su interlocutor le respondió: “Pues desde que entré, hace ya como cinco años, nos lo dijeron los maestros y el director señaló que estaba prohibido”.

La curiosidad mató al gato, dice el dicho

Luego de la áspera charla entre los inseparables amigos y el intruso que no hizo más que revelar un secreto que no debía y luego irse como si nada, los tres jóvenes quedaron bastante intrigados por cómo eran los túneles que cuando fueron hechos cruzaban toda la ciudad, pero por debajo de la tierra, lo que añadía más curiosidad, por lo que en días siguientes los temas de las tertulias no eran otra cosa que no fuera las excavaciones.

Los tres jóvenes quedaron intrigados por cómo eran los túneles que cruzaban la ciudad / Imagen ilustrativa: esécial

Incluso, Fermín y sus compañeros se atrevieron a forzar el candado de la reja que antes les había señalado Román y lograron así poder entrar muy levemente, lo que les aumentó su deseo de montar una expedición y así fue como iniciaron los preparativos que los llevaron a usar ropa adecuada, lámparas de minero de carburo, así como barretas, picos y palas en caso de necesitarlas en su camino por esos túneles.

Unos segundos de aventura pasaron a un día de tragedia

Con todo el equipo de excusión preparado, los estudiantes del ancestro de la UAEH, el Instituto Científico Literario del Estado acudieron a la escuela, pero no a tomar clases, sino a aventurarse a lo que pensarían sería una experiencia para recordar y el día elegido para la hazaña fue el martes 8 de diciembre de 1925, cuando volvieron a forzar la reja y entraron en el umbral de acceso a los túneles.

Fermín y sus amigos forzaron el candado de una reja que impedía el paso al túnel / Imagen ilustrativa: web

El espacio estaba empapado de oscuridad y lleno de telarañas, así como vigas caídas y malolientes por la humedad que se acumuló desde quién sabe cuántos años atrás, pero contrario a su anterior intento, cuando el miedo los traicionó, el grupo de tres amigos ahora iba decidido a saber los secretos de dichas excavaciones, pero, así como entraron de fácil, todo cambió a los pocos segundos cuando unos segundos de aventura pasaron a un día de tragedia.

Pues Fermín, quien iba a la cabeza de la expedición, no dio ni 20 pasos cuando se escuchó que dio un fuerte grito, para luego ya no saber nada más de él, aunque antes sus acompañantes creyeron que les quería hacer una broma, pero a medida que no recibían respuesta a los llamados de su ubicación, y además de que no escuchaban quejidos o gritos de auxilio provenientes de él y en cambio solo reinaba el silencio, creyeron saber qué pasó.

Los tres estudiantes del ancestro de la UAEH se aventuraron a lo que pensarían sería una gran experiencia / Imagen ilustrativa: especial

Se guardó silencio sobre lo ocurrido hasta que…

Resignados, los dos amigos de Fermín salieron de los túneles, o más bien de la entrada, porque no lograron pasar más allá, pero hicieron una promesa: que iban a guardar silencio sobre lo ocurrido y si alguien preguntaba sobre su amigo, la respuesta iba a ser que no se sabía; aunque fue poco el tiempo que bastó para que sus padres, profesores y demás personas notaran la ausencia del estudiante.

Noticia que incluso logró llegar las páginas de los periódicos de la época, que leyeron todos los pachuqueños de ese entonces, además de que, por su puesto, las autoridades igual se enteraron y trataron de saber a través de los dos únicos sobrevivientes de esa corta aventura en el pasadizo del Instituto Científico Literario del Estado, pero los agentes no tuvieron éxito, hasta que fueron “acusados” por Román.

Los amigos de Fermín salieron de los túneles con la promesade guardar silencio sobre lo ocurrido / Imagen ilustrativa: especial

Él, sabedor del secreto que por casualidad reveló, hizo sospechar a la Policía que volvió a requerir a los sujetos, quienes por la presión hablaron y de inmediato las autoridades acudieron a los túneles que llevan al ex convento de San Francisco para tratar de rescatar a Fermín, pero no encontraron su rastro y se le dio por desaparecido; ante el accidente, el director de lo que sería la UAEH mandó taparlos definitivamente.

De los dos amigos, que junto a uno tercero que ya no estaba presente y con quien acostumbraban fumar y sostener largas y amenas pláticas, ya no se supo más después, cuenta la leyenda, mientras que lo que verdaderamente le ocurrió a Fermín apenas se divulgó, en complicidad con el sigilo con el que se trató todo el asunto, aunque la historia que te describimos líneas arriba pasó de generación en generación estudiantil.

De los dos amigos ya no se supo más tras la tragedia / Imagen ilustrativa: web

 

cem